Revista Libros
Quiero aprender una manera
justa de nombrarte
pronunciar con precisión de barítono
la palabra que te alumbre.
Renuncié a mi oficio improbable
de hombre orquesta
en equilibrio sobre tus labios de alambre
de indolencia horizontal.
Ahora tan solo los perros abandonados
conocen nuestro lenguaje
primigenio y extraviado en callejones
donde no se adentra la lluvia.