Para Burroughs la idea del lenguaje como virus surge a partir del pensamiento de que el sujeto está manipulado, o en otras palabras controlado por algo, «donde los poderes del Estado y el mercado nos dominan mediante la adicción a las drogas, al dinero, al poder, al consumo, al sexo, y la palabra»[1].
El lenguaje es un virus que se reproduce fácilmente e influye en la vida humana. Este autor ataca al lenguaje con el lenguaje mismo, sus textos se reprodujeron como un virus, producto de una mezcla de diferentes registros más sociales y nacionales que literarios, por ejemplo, El almuerzo desnudo es una narración que está sujeta a variados elementos que se alejan de las novelas de su marco temporal, y, probablemente de su significado, logra que sea el lector quien termine por darle forma según sus propios deseos.
Esta novela nos presenta a personas que necesitan de la
droga para estimularse, nos habla de despojos humanos -insectos- que hacen lo que sea por conseguir una dosis de aquello que los aleja de la realidad, menciono esto ya que este texto de Burroughs es un claro ejemplo de aquello que controla, no solamente como algo del poder sino que reside en una red flexible que organiza a los ciudadanos en estrategias globales por medio de tácticas locales (mercado).La escritura de Burroughs juega con metáforas que no son honestas a la intencionalidad del escritor, es por eso por lo que menciono que la lectura logra que el espectador sea trasladado a sensaciones y experiencias –según sus deseos– de una realidad distorsionada en donde el personaje no es capaz de distinguir dónde termina lo real y dónde empieza lo que construye su imaginación.
El lenguaje es un medio para el control, un instrumento para el poder. El individuo necesita de un cúmulo de estrategias que le aprueben un éxito en la intención comunicativa, y para esto es necesario saber qué piensa el usuario mientras se emite un discurso y su relación con la sociedad, en este caso los discursos políticos. Gilles Deleuze expresó[2] la idea de que se franqueaba hacia una sociedad de control, tomando como modelo el pensamiento de Foucault quien manifestaba que la información era históricamente central en la configuración evolutiva del aparato de poder[3] y, adicional al pensamiento foucaultiano, William Burroughs, a través de su escritura, nos muestra el invasivo aparato de control, esta visión es una alegoría política que se muestra activa en cuanto al uso político de la guerra contra las drogas como parte de la sociedad de control.
Ahora bien, en cuanto a la Revolución electrónica, del mismo modo que la técnica de corte de Burroughs parecía predecir la aparición del hipertexto, la palabra virus se ha hecho radicalmente real por la aparición de las mismas redes electrónicas. Por ejemplo, un investigador alemán reveló, recientemente, una vulnerabilidad en el Kindle de Amazon[4] que permitiría a los piratas informáticos tomar el control de las cuentas de los clientes al inyectar código en sus dispositivos a través del idioma de los libros; esta vulnerabilidad, llamada secuencias de comandos entre sitios (XSS), puede llamar a código malintencionado desde, por ejemplo, el título del libro, que Kindle procesa automáticamente cuando se abre el libro.
Imaginémonos que aparece un virus y empieza a internarse en nuestro cuerpo con mucho cuidado, el virus, ya en el interior, empieza a adaptarse y devora nuestras entrañas sin darnos cuenta. Una vez dentro, adaptado y configurado –bajo sus propios términos– elimina al huésped o se auto elimina. Así es el lenguaje, así es la escritura, funciona como un parásito que carcome nuestras entrañas «sugiero que la palabra es precisamente ese tipo de virus»[5]
Burroughs escribe desde su psicosis «La psicosis es inseparable de un procedimiento lingüístico variable»[7] No podemos hablar de psicosis, nos dice Lacan[8], sin la presencia de trastornos del lenguaje. Considero que es por ello que el autor de La revolución electrónica define a la escritura como el virus inoculado que va a protegerlo de los efectos del Virus por excelencia que es la palabra hablada que, a diferencia de la escritura, no puede ser reconocida como virus debido a la asociación estable que tiene con el huésped. Eso le garantiza su control. En Burroughs, la escritura aparece para reponer su relación con la realidad y le facilitará un anclaje a la vida.
Para Burroughs el lenguaje es un medio para el control, para McLuhan el medio es el mensaje; por lo tanto, nos obliga a evaluar lo que pensamos qué es medio y qué mensaje. Si entendemos el mensaje como información dejamos de lado una de las particularidades más importantes de los medios: su poder para transformar el curso y funcionamiento de las relaciones y actividades humanas. Burroughs plantea una revolución contra el sistema, McLuhan al decir que «el medio es el mensaje» resalta que tenemos la propensión de prestar atención al contenido y a ignorar el medio, pero es el medio el que juega un papel más significativo, el que tiene un efecto mayor –en el caso de Burroughs, el lenguaje como medio de control–
Platón ya había mencionado, prácticamente, que la escritura es una extensión de nuestra capacidad de pensar, hablar y/o transmitir ideas. También nos dice que el ejercicio de la escritura fija el pensamiento logrando que se vaya mitigando la memoria; la escritura funciona como un medio que facilita el recuerdo «dejarían de ejercitar la memoria y pronto se tornarían olvidadizos»[9]; de igual manera, Marshall McLuhan –desde otra época histórica– teoriza el mismo tema.
Está a bien decir que la invención de la escritura revolucionó la cultura humana –independientemente de cualquiera que fuera su uso– desde narrar por escrito las tradiciones orales, hasta llevar un diario de gastos. La imprenta como medio fue parte el proceso del cambio de la edad medieval a la moderna y, la escritura, como medio, es la manera de representar la palabra hablada en forma visual y, por tanto, toma el habla como el contenido. Al decir que el medio es el mensaje, nos hace reflexionar en que los medios ejercen la mayor influencia sobre nosotros, individual y colectivamente.
Por otro lado, el Big Data se ocupa de todas las actividades relacionadas con los sistemas que manipulan grandes conjuntos de datos. Así como en 1984 la imagen del Big Brother representaba el poder político del totalitarismo, así, en la actualidad, el Big Data representa lo mismo: un control en la sociedad; posiblemente, Burroughs estaba pensando, inconscientemente, en el Big Data como un método revolucionario.
«La biblioteca de Babel» de Borges funcionaría perfectamente con esta idea de coleccionar datos, funciona como una página de accesos directos a la red en cuanto a su universo configurado por infinitos espacios, en forma de hexágonos, donde cada uno está integrado con una determinada cantidad de libros. Borges en «La biblioteca de Babel», anticipa una biblioteca indeterminada similar a las bibliotecas electrónicas en donde sus espacios son como, a lo que llamaríamos hoy, bancos de datos electrónicos.
Volver a las lecturas de los textos de Borges me permiten repensar la idea del tema de la tecnología como inferencia en la literatura, en este caso si releemos «La biblioteca de Babel» podríamos entenderlas como lexías que son esas unidades de lectura mínima a partir de las cuales se pueden reconstruir múltiples interpretaciones de un texto, según Roland Barthes[10] y, de esta manera, podríamos entender que un texto se relaciona con otro en la red.
«Los hombres suelen inferir de ese espejo que la biblioteca no es infinita (…) la luz que emiten es insuficiente, incesante»[11] Últimamente, loa avances tecnológicos nos llevan del hipertexto a la hipermedia, en donde la comunicación se va integrando, directamente, con nuestras diferentes capacidades de absorción de información, dependiendo de lo que nuestra mente procese. Pensar en Borges en cuanto al tema tecnológico, como transdisciplinariedad podría mencionar que este autor ha sido un gran referente para los cineastas; por ejemplo, la película Interestelar de Christopher Nolan, utiliza elementos borgianos como laberintos, bibliotecas llenas de información que son colgadas en una red, en donde nos lleva a pensar en El jardín de los senderos que se bifurcan como una idea del laberinto que se abre a un sin fin de posibilidades a nuestro alrededor, con distintos caminos. «Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos (…) abarca todas las posibilidades», esto se relaciona con lo que hoy llamamos ‘red’, en donde todos estamos conectados en espacios y tiempos.
Borges habla del hipertexto en sus obras y Burroughs también recrea el hipertexto con sus técnicas de escritura que salen de lo establecido. En «El jardín de los senderos que se bifurcan» nos pasamos de una historia a otra, lo que le sucede a Nicholas Carr -como a muchos de nosotros- creamos esos saltos de entendimiento porque no sabemos qué leer o qué camino escoger entre el enmarcado laberinto de información que, actualmente, estamos acostumbrados a consumir. Lo negativo del caso es que esa acumulación de datos se transforma en una carga pesada que nos podría volver como Funes, seríamos incapaz de olvidar, por lo tanto, incapaces de pensar o de filtrar aquello que se útil, nos volveríamos como una página de Wikipedia, es útil pero necesita de un vasto lector que entienda las referencias, y comprenda que lo que dice Wikipedia pueda ser considerado, en alguna manera, certero ya que es una página tonta que carece de filtros.
En este punto leyendo «El libro de la arena» me anuncia una analogía al espacio tiempo de la web, me doy cuenta de que al leer sobre Big Data y sobre el ciberespacio, ahora los cuentos de Borges me llevan, inconscientemente, al hipertexto, al recuerdo de referencias y lecturas que poco a poco aparecen en mi pensamiento y puedo conectar ideas. La mente funciona como una Web, donde se añaden miles de documentos, libros, textos; una ventana (recuerdo) nos conecta a otra, links, blogs, foros, etc., explorar todo ello nos hace descubrir nuevos enlaces nuevas inquietudes y se sigue haciendo clic, abrir, clic, abrir, cerrar, etc., para poder hacer lo que no hace Funes, eliminar lo innecesario.
En el ciberespacio, como en «El libro de la arena», no existe principio ni fin; en la mente, posiblemente sí, uno solo se duerme y se despierta para un nuevo comienzo, pero, arrastrando el virus que ha inoculado dentro de nosotros y ese virus necesita hacer notar su presencia, por lo tanto, escribimos y hablamos como punto de fuga.
Bibliografía
Borges, Jorge Luis. Cuentos completos. La biblioteca de Babel. Colombia: Lumen, 2012.
[1] Burroughs, William. La revolución electrónica, Trips. Epub. 1970, pág. 5.
[2] Deleuze, Gilles. Sociedad disciplinaria y Sociedad de Control. 27 de noviembre de 2010, YouTube:
[3] Rodríguez, Pablo. ¿Qué son las sociedades de control? http://www.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/21.-Qu%C3%A9-son-las-sociedades-de-control.pdf
[4] Mussler’s, Benjamín Daniel. Vulnerabilidad en Kindle permite obtener detalles de la cuenta de usuario Infosec Blog http://b.fl7.de/2014/09/amazon-stored-xss-book-metadata.
[5]Burroughs, William. La revolución electrónica., Trips. Epub. 1970, pág. 14.
[6]Deleuze, Gilles. Crítica y clínica. Barcelona: Anagrama, 1996, pág. 5
[7] Ibídem…,16
[8] Mazzuca, Santiago Andrés. De la palabra al lenguaje en el seminario 3 de J. Lacan. VIII Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXIII Jornadas de Investigación XII Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2016
[9] Carr, Nicholas. ¿Será que Google nos está volviendo estoopidos? Arcadia, 2010/03/15. Link: https://www.revistaarcadia.com/periodismo-cultural-revista-arcadia/articulo/sera-google-esta-volviendo-estoopidos/21228
[10] Wikipedia. Lexía. El concepto de lexía también fue apropiado por teóricos del hipertexto como George Landow para referirse a cada uno de los “pedazos de texto” que se encuentran unidos entre sí a través de hipervínculos. La lectura fragmentada y no lineal de lexías genera la sensación de que un texto finito admite un número infinito de interpretaciones.
[11] Borges, Jorge Luis. Cuentos completos. La biblioteca de Babel. Colombia: Lumen, 2012. Pág. 137