Haciendo un ejercicio de imaginación he pensado que si a Sergio Leone se le hubiese ocurrido realizar una película ambientada en un futuro postapocalíptico, muy probablemente, el resultado se hubiese parecido bastante a El libro de Eli, por lo menos durante el primer tercio de metraje. De hecho, gran parte de la película de los Hermanos Hughes hereda los códigos del western, mientras que el protagonista (Eli/Denzel Washington), en su inicio parece un sosias del hombre sin nombre que interpretó Clint Eastwood, frío y desvinculado del mundo que le rodea.
En El libro de Eli encontramos a un hombre que recorre unos asolados Estados Unidos. Durante su viaje a la costa oeste atraviesa un pueblo dirigido por un hombre (Gary Oldman) obsesionado en encontrar un misterioso libro.
De entrada se ha hablado mucho de la similitud entre esta película y el videojuego Fallout... y la cosa no anda muy descaminada. Sea casual o no, si que hay ciertas cosas en común. La estética y la manera de reflejar una realidad hija de la guerra nuclear. No se trata de una imagen realista, está más cerca de Mad Max o del cine italiano nacido a su rebufo que del dramatismo realista de La carretera o Infectados.
El libro de Eli guarda en su interior, en el fondo una historia de acción, con espíritu de serie B. Y esto es lo mejor, además de que cuenta con buenos protagonistas y con unos solventes secundarios como Ray Stevensson, Milan Kunis o Jennifer Beals y cuenta, incluso, algún que otro fragmento destacable (la casa de los ancianos).
¿Lo peor? para mí, que por momentos quiere ir más allá de lo que se ve y para eso mete una trama pseudoreligiosa -que me recordó a Ray Bradbury-, sin disgustarme si me parece una excusa argumental un poco metida con calzador -creo que igual que la sorpresa-, pero que si da, por otro lado, una oportunidad para reflexionar sobre el poder de la palabra y el significado de la fe.