Revista Comunicación

El libro de la vida, por Deborah Harkness

Publicado el 13 julio 2015 por Lya
El libro de la vida, por Deborah HarknessNo sé si os acordaréis de que el año pasado, casi por estas mismas fechas, vine por aquí a desahogar mi vergüenza tras la lectura de un libro llamado 'La sombra de la noche'. Os dejo AQUÍ la reseña, por si no la tenéis localizada. 
Como bien dijo mi yo de hace un año, ese libro era la segunda parte de una trilogía, y, si sois un poco avispados, que lo sois, y me tenéis calada, que también, ya sabréis a qué vengo hoy. Efectivigüonder, ha caído el tercero. Por mucho que mesé mis cabellos en acto de pura vergüenza ajena y propia, por mucho que dije que cómo, que ya me valía y eso. Por mucho que refunfuñé, la realidad era que estaba deseando que saliera la tercera parte para volver al mundo de vampiros y brujas. Para qué mentir. 
Y es que, a ver, como en todo, también en estos libros hay clases. Y estos de Deborah Harkness son, al menos de lo que yo he leído, de lo mejorcito. Porque están bien escritos, porque los personajes son creíbles y están bien construidos y porque tienen fondo. O, más que fondo, tienen una buena envoltura. 
Me explico. Estamos ante una historia de amor vampiro-bruja, ya sabéis, que emula directamente a la de Crepúsculo pero con vistas de alcanzar a un público, digamos, más maduro. El vampiro no es un blandiblú rollo Edu ni la bruja una pansinsal como Bella. No, #respect. Aquí hay pasado y poso, una importante carrera académica en el caso de ella y una historia de siglos de mucho sufrir en el caso de él. Otra cosa es que, como en los libros crepusculares, la autora se pase las características propias de los vampiros por l'arc du triumph y construya a uno que ni se desintegra a la luz de sol ni gaitas floridas. Que está para hacerle padre -varias veces- en un pasillo estrecho, sí, pero que no es un vampiro comme il faut también. Seamos serios, todo lo que se pueda. Ejem.
Sigamos. La historia de amor entre la bruja que no quiere ser bruja y el vampiro que-no-es-vampiro se desarrolla en el primer libro. Y bien. A mí aquella primera parte de la historia me gustó, está muy desarrollada y es creíble, si obviamos los pequeños detallitos de la naturaleza propia de los pipiolos. El problema llegó como suelen llegar los problemas en estas historias. Que en vez de un libro, mejor escribamos tres. O cuatro, como sucedió en el caso de los anteriormente referidos Edu Blandiblú y Bella Pansinsal. 
Y, claro, de dónde no hay no se roba. O no se inventa. Y llegó el turno de estirar. A lo loco y sin medida. Fue el caso del segundo libro con los viajes en el tiempo que os relaté. Que molar, moló, porque Deborah Harkness escribe muy bien, sabe mucho y describe las ciudades, los escenarios, todo, con un detalle y un derroche de conocimientos que sorprende. De ahí, como os decía antes, que estos libros ganen por el envoltorio más que por la historia en sí. Porque, por supuesto, esto vuelve a suceder en el tercer libro. Que son casi 600 páginas en las que pasar, lo que se dice pasar, no pasa nada. Relacionado con el meollo del asunto, digo. De otros temas, pasan cosas todo el rato. Un no parar. 
Eso sí, no puedes parar de leer. Porque sabes que, al final, van a venir un par de escenas de esas épicas que quieres vivir yaaaaaa, así que te bebes con ansia las páginas de diálogos, de arrumacos entre el vampiro y la tonta de la bruja y de descripciones de obras de arte y de viajes entre casoplones. Porque el vampiro, ya os lo dije, está forrado hasta las cejas y tiene mansiones repartidas por todo el mundo en las que siempre hay una chimenea de fuego crepitante y una librería de madera noble con tesoros que se creían perdidos hace siglos y tal. Todo muy romántico y la bruja le quiere por su interior y su forma de ser. Claro.
En fin, en resumen. Que lo que viene siendo la historia, con su planteamiento, nudo y desenlace -que no es nada del otro mundo, por cierto, y no sorprende ni toca la fibra pese a que lo intenta-, se podría haber resuelto en un libro, en vez de en tres. Pero Harkness prefiere regalarnos su sapiencia e imaginación a lo largo de casi 2.000 páginas. Afortunados somos, oye. 
¿Recomendables? Sí. Porque entretienen, más ahora en verano, y porque están muy bien escritos y descritos. Pero no busquéis chicha en la historia central, que no la vais a encontrar. Cuando tiene que ponerse seria y dar solidez a sus argumentos, la autora tira por la calle de la fantasía y mete unos Deus ex machina que lo flipas. Que, claro, tampoco nos podemos quejar, teniendo en cuenta que los protas son una bruja que ve hilos de colores allá por donde pasa (sí, y no cuento más porque sería spoiler) y un vampiro al que no le importa el olor a ajos. Vamos, no me digas. Sacrilegio.
Así que con estos planteamientos tampoco se puede pedir seriedad argumental ni de ningún tipo, ya lo sé.

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