Revista Libros

El libro del siglo XXI (o sobrevivir en la librería)

Publicado el 23 abril 2013 por Rusta @RustaDevoradora

El libro del siglo XXI (o sobrevivir en la librería) Erase una vez un libro nacido en el siglo XXI. Su autor tardó años y años en planificar, redactar y reescribir, reescribir, reescribir, mientras luchaba contra las inseguridades que lo atormentaban durante el proceso creativo. Después de llamar a muchas puertas para que prestaran atención a su manuscrito, un buen editor decidió apostar por su obra y trabajó codo con codo con él, le aportó su mirada crítica para que el retoño diera lo mejor de sí mismo. Cuando los dos estuvieron satisfechos, el texto pasó a manos de otros profesionales (correctores, maquetadores, diseñadores), que lo pusieron guapo para hacerlo atractivo a los ojos de sus lectores potenciales. Entonces llegó el turno de los responsables de prensa y las distribuidoras, figuras clave para poner el libro al alcance de la gente. Tal vez incluso tuvo la suerte de ser traducido a otros idiomas y de conseguir un agente para agilizar los trámites con las editoriales.
En este momento se podría pensar que todo el trabajo estaba hecho, pero aún faltaba el paso que determinaría el futuro de las letras de este autor: sobrevivir en la librería. Aunque contaba con una posición de lujo en la mesa de novedades, nuestro libro se daba codazos con las novelas que tenía a los lados y escuchaba temeroso las advertencias de las que reposaban en las estanterías, que le aseguraban que esa colocación privilegiada pronto le sería arrebatada por otro libro más nuevo, más llamativo, más moderno que él. El libro luchaba por destacar, por captar la mirada de los visitantes; se ayudaba de presentaciones, de reseñas, de recomendaciones, pero los demás también lo hacían y era complicado sobresalir. Quería ser leído, quería gustar y quería recibir la suficiente compensación económica para que su autor le diera hermanitos que, algún día, llegaran a una mesa de novedades como la que ocupaba él ahora.
La historia tiene dos posibles finales. Según el primero, el libro vendió pocos ejemplares, unos ejemplares que, con independencia de que cumplieran o no las expectativas de los lectores, eran la demostración de que aquella obra no había interesado lo suficiente y, por lo tanto, no merecía la pena seguir apostando por el autor. Poco a poco, desaparecería de las librerías para no volver Libro olvidado, libro muerto. El otro desenlace cuenta que el libro tuvo una buena acogida, se vendió bien e incluso los lectores se volvieron a interesar por él cuando el escritor publicó su segunda novela. Poco a poco, la familia creció y el tamaño del nombre de su creador cada vez se hizo más grande en la cubierta de sus publicaciones. Fue lo que se dice un final feliz.
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Hoy es 23 de abril, Día del Libro, y con esta pequeña reflexión a modo de cuento he querido hablar de lo importantes que son las ventas, no solo para el mantenimiento económico del autor y los profesionales del sector, sino para la pervivencia de los libros de un escritor en las librerías. Un autor que no vende, es decir, que no atrae lo suficiente a los lectores, es un autor que lo tiene mucho más complicado para publicar de nuevo. En las redes se suele decir de forma despectiva que las editoriales son negocios, pero eso no es necesariamente malo: se puede hacer negocio con buenas novelas, lo que supone una satisfacción para las tres partes: autor, editorial y lector. Además, no olvidemos que en cualquier negocio hay dos bandos: la empresa y el consumidor. En nuestra calidad de compradores, tenemos la libertad de elegir aquello que queremos leer sin necesidad de decantarnos por las apuestas más comerciales.
Con cada compra estamos emitiendo una opinión sobre lo que queremos leer, lo que nos interesa, lo que nos gusta. De nada sirve hablar de la existencia de buenos libros de forma abstracta; en la práctica, lo que cuenta es lo que se refleja en los dos sentidos: en las cifras de ventas y en los comentarios entusiastas tras la lectura. Tal vez el autor se siente muy halagado cuando hablan bien de su obra, pero seguro que agradece que ese lector, aparte de leerla, la haya comprado en lugar de descargarla de forma ilegal. No lo agradece por avaricia, sino por el deseo natural de querer seguir dedicándose a la escritura sin pasar hambre.
Por todo esto, en una fecha tan señalada como hoy quiero animaros a comprar un libro. El que sea, donde sea, pero compradlo, porque con la compra se está apoyando al autor, a la editorial y a la librería, piezas fundamentales para la creación y la difusión de la literatura. Sé que los lectores asiduos lo ponemos en práctica durante todo el año; no obstante, no está de más hacerlo también hoy, un día especial para todo el que disfruta de la lectura. Yo ya sé cuál voy a elegir, ¿y vosotros?

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