Froilán De Lózar
Mientras sonaban todavía de fondo los importantes hallazgos de Barcarrota, que según el Académico Francisco Rico se remontan a los años 1538, 1539, 1540 y 1543: dos libros de quiromancia de un dominico romano; la Oración de la Emparedada, impresa en portugués; un par de libros de Erasmo; “Hugonote” y otros cuentos franceses; el Alborayque (contra los conversos); una refutación de Mahoma; La Cazzaria, un diálogo obsceno de Antonio Vignali y un Lazarillo impreso en Medina de Rioseco en 1554, ejemplares que no presentan huella de lectura, producto de algún decomiso o capricho de algún librero de la época ¿quién puede asegurarlo?, llega la polémica de la mano de un tal Guillermo Quintana, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, que acabó recomendando a sus alumnos su libro gordo “La psicología de la personalidad y sus trastornos”. Para el periodista que cargó con el libro de 463 páginas, la noticia estaba en los capítulos dedicados a la raza, donde los Orientales tampoco salen bien parados: “son lentos, torpes, carentes de imaginación e invención…”
Las mujeres tienen también su rinconcito: “debilidad, coquetería, primacía del sentimiento sobre la razón, dependencia, refinamiento incluso en el odio, desconfianza, pasividad, gusto por las compras, las faenas de la casa, los concursos de belleza, los personajes de las revistas del corazón…”
Santiago Pérez Díaz (PAIS), que es el recopilador de los pasajes más llamativos y a su juicio equivocados del poderoso Quintana, extrae la siguiente frase: “Ni el Quijote hubiera sido escrito sin Cervantes, ni las Meninas hubieran sido pintadas sin Veláquez”. Cierto es que, como decía Campoamor: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira; que todo es según el cristal con que se mira”. Y nadie es imprescindible, para qué vamos a discutirlo. Es probable que en otra mente hubieran podido tal vez existir dos personajes de parecidas cualidades en un lugar de la Mancha, o un cuadro de tonos y colores similares de la mano de algún pintor anónimo, pero lo escrito, escrito está y es verdad que a nadie se le hubiera ocurrido hacerlo igual.
Por ejemplo nada tiene que ver el juicio de racismo que se le hace con la opinión que emite sobre el arte: “Es interminable la lista de personas cuyas obras de arte avaladas por firmas de renombre constituyen una auténtica tomadura de pelo para la humanidad. No olvidemos que hoy por hoy la mayor parte de los mercados de arte son mercados de firmas, no de cuadros”.
Al mismo tiempo que esta polémica surcaba las páginas de los periódicos, el escritor italiano Umberto Eco aseguraba en Valencia que “los racistas europeos son una raza a extinguir”. Y en la misma mesa redonda y sobre el mismo tema, Mario Vargas Llosa iba más lejos, equiparando la concepción racial del fundador del PNV, Sabino Arana, con la del siniestro dirigente nazi Alfred Rosemberg. Vargas matizaría después: “Quizás he exagerado un poco al acercar a dos personas que tienen más diferencias que semejanzas, pero hay un aspecto en el que coinciden: el aspecto racial. Sabino Arana incurrió en esa aberración que es hacer que la raza corresponda a un valor”
Hace unos días el Ararteko o defensor de los vascos, intervino en un debate a propósito del Año Internacional de los Derechos Humanos y nos pedía que nos preguntáramos: ¿Soy más o menos racista que hace un año?. “Pido que cada uno se pregunte cómo está su corazón, sus afectos, sus actitudes ante el emigrante, ante el extranjero normalmente pobre, que llama a nuestras puertas, barrios ambulatorios y escuelas, y si realmente tenemos el corazón abierto para recibirle”
No voy a entrar en los motivos que le llevaron a Guillermo Quintana a verter tamañas descalificaciones por cuestiones de raza o sexo. Uno puede estar convencido y a gusto con sus prejuicios y aberraciones, pero no puede llevarse el libro con semejantes desvaríos como bandera a un alumnado; ni puede calificarse de “magna obra”, como la califica el escritor Torcuato Luca de Tena en el prólogo, ni es comprensible que haya sido editada por la Central Catequística Salesiana.
Este mundo en el que nos movemos lleva tanta carga de hipocresía que es posible que quienes le alabaron no le leyeran nunca y así puede entenderse luego el disgusto y la sorpresa de quienes se colocaron de avalistas. Pero, en definitiva, no es su opinión lo que me preocupa, lo que debiera preocuparnos, sino la imposición de su pensamiento a los demás, que ahí entramos ya en parcela ajena y podemos vulnerar todas las reglas.@Crónicas Fin de Siglo. Diario palentino, 19 Enero de 1998