El próximo libro que escriba será un libro sobre caballos. Será un libro de escultura en papel, con al menos un par de decenas de caballos en los que he dejado el alma. Ya he comenzado con la primera página.
Hablaré de sus pliegues y de sus búsquedas, de cascos rotos y memorias olvidadas. Hablaré de los vuelos que no fueron y de los que sí pudieron ser.
Y tendrá fotos, muchas fotos. Y serán hermosas, y me dará ganas de llorar de la emoción cada vez que lo vea. Y pensaré que es el mejor libro que he hecho, y que los dibujos al fin le hacen justicia a la fotografía, pero también le hacen justicia a los modelos, que sin duda siempre se han merecido unos trazos más bellos que los que tengo.
El próximo libro que escriba, ese de caballos, será un homenaje a ellos y a lo mucho que los amo. Y pondré pegasos, y unicornios, y fragmentos de caballos, y jumentos que cargan su destino, y caballos que se vuelven olas, y olas que se vuelven galopes, y habrá palabras de cuatro patas y recordaré tormentas y tempestades. Y tendrá estudios, muchos estudios, como los que hacen los pianistas cuando aprenden a tocar, como los que hacen los guitarristas una y otra vez, pero serán estudios de caballos, una y otra vez. Mi próximo libro por escribir, ese del que les cuento, llegará algún día. Y escribiré en él, de nuevo, aquel poema que amé porque fue una autobiografía, un retrato de mi mismo. Llegará aquel libro, lo sé, y quizás nadie lo vea nunca, y quizás se pierda en medio de una biblioteca que es a veces cementerio de otros libros que fueron pero nunca llegaron a ser. Pero será hermoso, tanto, que cada vez que lo vea recordaré el alma de caballo que llevo adentro.