La reflexión de Pablo. No es que hubiera perdido el autorreproche, sino que no deseaba justificar sus actos. No dijo que no tuviera faltas, sino que no le correspondía hacer un veredicto sobre su ministerio. No se preocupaba por su evaluación; porque era un remero en el buque de Dios, y únicamente él podía darle o quitarle la recompensa. No quería que su ministerio estuviera influenciado por presiones, aunque fueran de él mismo. Pablo distinguía bien una fuente de observación de un tribunal. Nos hace bien estar bajo las fuentes de observación, nos incentiva en la dignidad de nuestra labor. Las advertencias, las correcciones y aun los exámenes que debemos rendir, nos estimulan para refinar y perfeccionar los métodos hacia al objetivo (2 Corintios 4:18).

