Las circunstancias y maniobras que rodean la designación de Susana Díaz como candidata socialista a presidir la Junta de Andalucía son legales pero democráticamente ilegítimas y reflejan la realidad dramática de que Andalucía es el territorio europeo mas dominado e intervenido por un partido político. ---
La consejera de Presidencia y ya candidata del PSOE-A a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, consciente de que existen serias dudas sobre la legitimidad del proceso del que ha surgido elegida como candidata única a presidir la Junta de Andalucía en representación del PSOE, se ha apresurado a defender "la legitimidad" de su elección por parte de la militancia aunque no haya habido primarias, después de haber logrado más de 21.000 avales.
Ella afirma que todos han tenido sus oportunidades y que el proceso de elección se ha realizado según las reglas del partido, pero la verdad es que su elección se debe a un "golpe de mano" cuidadosamente planificado por Griñán y el "aparato" socialista para que no puedan existir rivales y para garantizar que "la princesa" Susana aparezca ante la opinión pública como elegida libre y democráticamente, cuando eso no es realmente cierto.
La democracia exige transparencia e igualdad de oportunidades, además de procesos pausados, tranquilos y libres de obstáculos para que los militantes y ciudadanos reciban información veraz y tengan tiempo de competir, meditar y sopesar las candidaturas. Sin debates libres y profundos que permitan conocer la verdad sobre los candidatos y analizar sus cualidades y defectos, la elección siempre es bastarda.
Es evidente que el aparato ha beneficiado a Susana, la candidata oficial (de Griñán), y que los otros candidatos, sobre todo el consejero de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, Luis Planas, tenía muy difícil obtener los avales necesarios con el aparato del partido en contra.
El PSOE andaluz es, entre todos los socialismos autonómicos de España, el mas sometido al aparato, quizás porque es el que mas poder y privilegios reparte entre los suyos. El poder en el PSOE andaluz es vertical, férreo y altamente clientelar. La presencia del partido en la sociedad es agobiante, tan densa y poderosa que para encontrar sociedades con similares niveles de control político y peso de lo público habría que remontarse a los tiempos de Breznev o Andropov en algunas de las viejas repúblicas soviéticas, donde el partido lo decidía todo y era el corazón y el nucleo de la vida.
Ese poder socialista casi absoluto en Andalucía se ha forjado durante casi cuatro décadas de poder ininterrumpido, gracias a una implantación en la sociedad tan feroz que ni siquiera ha existido oportunidad para la alternancia. El dinero público se ha utilizado profusamente para generar clientela y tejer una densa red de favores y dependencias que hace casi imposible que el socialismo pueda ser derrotado en las urnas. En Andalucía se dice que "fuera del partido hace un frio insoportable" y la mayoría de los grandes empresarios doblan la rodilla si quieren recibir subvenciones y contratos públicos.
La situación, incompatible con la verdadera democracia por numerosas razones, entre ellas la inexistencia de poderes independientes, la falta de controles a los partidos y a los políticos gobernantes y el control férreo e implacable de un poder donde el ciudadano es el gran ausente, inclina a algunos analistas y observadores a diagnosticar que Andalucía necesita, sobre todo, una "Perestroika" que la acerque a territorios de libertad y ciudadanía.
Si la mas famosa definición de "democracia" conocida en el mundo, la que hizo Abrahán Lincoln en Gettysburg, cuando dijo que era "el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo" es cierta, Andalucía es cualquier cosa menos una democracia, pues está férreamente bajo control de un "gobierno del partido, para el partido y por el partido".
A los ciudadanos andaluces, ajenos al poder, fuera de la democracia y ausentes de toda decisión política, solo les queda asistir como espectadores mudos y pasivos al cambio de cabeza en la serpiente del socialismo andaluz, aparentemente un proceso de selección interna, pero en realidad una designación directa del régimen, como también fue designado Griñán y en su día el eterno Manolo Chaves.