Desde el anonimato de las redes sociales cualquiera puede ser acusado de hereje y quemado en la hoguera de internet
Un joven músico ingles de rock se ha visto obligado a abandonar su grupo por la presión de las redes sociales, que lo han linchado tachándolo de fascista porque manifestó su opinión, que no era del agrado del los miles de personas esclavizadas por su mente totalitaria. Es otra consecuencia del actual imperio de la corrección política, donde no se puede discrepar, ni siquiera debatir, puesto que cuando la opinión es contraria al pensamiento único, la turba rabiosa, violenta y fanática exige quemar a la bruja, al hereje
Se llama Winston Marshal y era integrante del grupo inglés de folk-rock Mumford & Sons formado en 2007. Resulta que se le ocurrió calificar de ‘valiente’ la denuncia de un escritor estadounidense de origen asiático que publicó un libro señalando las abundantes y descontroladas subvenciones que reciben las asociaciones que integran el movimiento antifascista. El músico, que ni siquiera recomendó el libro ni dijo estar de acuerdo con el escritor (Andy Ngo, a quien se sitúa en la extrema derecha), sólo manifestó una opinión. Pero entonces, las hordas de cobardes escondidos tras el anonimato procedieron a su linchamiento, insultándolo, amenazándolo y deseándole todas las barbaridades que uno pueda imaginarse.
Después de la avalancha de mensajes a través de las redes contra él, contra sus compañeros, amigos y familiares, Winston Marshall ha abandonado el grupo para no perjudicar, puesto que las palabras gruesas e intimidatorias y las promesas de boicot provocaron una situación insostenible para todos. Lo más doloroso es que, como el propio artista ha explicado, hasta trece de sus familiares perdieron la vida en los campos de concentración nazis, con lo que ese tipo de insultos es absurdo, aunque hace mucho más daño.
Sin la menor duda, los que se hacen llamar antifascistas a la vez que usan el argumentario fascistoide y totalitario (consistente en la prohibición de cuestionar la ideología ‘verdadera’), así como sus los medios y recursos (insultar, humillar, amedrentar, amenazar), son los auténticos fascistas, pues como ellos se comportan, como ellos piensan y se manifiestan. Además, evidencian una mente simple y maniquea: conmigo o contra mí.
En el fondo lo que se está exigiendo desde ciertos sectores es el pensamiento único y la total prohibición de pensar y opinar. Se demuestra la actitud totalitarista en las redes cuando alguien manifiesta una opinión y, en lugar de rebatir, refutar o presentar argumentos contrarios, la masa se limita a descalificar, ofender y amenazar. O sea, no hay debate ni se permite la confrontación de ideas, sino que se acorrala al hereje que se atreve a llevar la contraria. Métodos de la inquisición.
No hace mucho una cantante estadounidense publicó fotos suyas en las que lucía ciertos elementos de una cultura indígena. La pobre, tras ver inundadas sus cuentas de terribles improperios, maldiciones y acusaciones de apropiación cultural (un concepto retrógrado, tribal), se disculpó diciendo que lo hizo como homenaje a las culturas nativas, pero fue peor, ya que a continuación aumentó el calibre de las injurias y las maldiciones; en uno de los mensajes alguien le escribió: “merecías que te ejecutaran ahora mismo, sin juicio”. En la misma dirección se sitúa el escarnio sufrido por el futbolista Morata, quien por fallar un gol vio cómo los descerebrados deseaban “la muerte de tus hijos”. Igual que el político al que amenazaron con “quemar vivos a tus hijos”. ¿Alguno de los que así se manifiestan en las redes se atrevería a decir lo mismo en público? El anonimato envalentona al frustrado.
Por un lado está la imposición del pensamiento único y el señalamiento y vejación pública del discrepante, y por otro la cobardía de los que se esconden tras un seudónimo en las redes y alivian su frustración y sus fracasos azotando a quien no piensa o actúa como ellos. Juntando esas dos actitudes se define a la perfección la mentalidad totalitaria, fanatizante y absolutista.
El director de cine Quentin Tarantino acaba de declarar que “en unos pocos años todos estaremos hartos de esta ola de lo políticamente correcto”. Seguro que así será (no hay mal que cien años dure), pero para entonces habrá muchísimos damnificados por la horda de inquisidores fanáticos y cobardes que pide la hoguera para el que opina diferente y defiende su postura desde el diálogo y el debate.
CARLOS DEL RIEGO