Revista Cine
El otro día estaba leyendo retazos de una entrevista en una de esas publicaciones digitales que en idioma inglés se dedican a bombardearnos con noticias de la industria cinematográfica y me quedé sorprendido cuando un actor de reconocido prestigio como Billy Bob Thornton venía a decir que las películas actuales son lo peor de lo peor y aunque evidentemente una opinión no debe imponerse sin más sobre cualquier otra y seguro que hallaríamos a muchísimos colegas del amigo Billy que jurarían sin empacho hallarse viviendo en el mejor Hollywood de toda su existencia.
Esto únicamente demuestra que no hay unanimidad lo cual, a mi modo de ver, siempre es positivo. Puede parecer que ando buscando excusa o argumentos para lo que va a seguir pero seguro que quienes no se detienen por primera vez en este sitio saben que me resulta difícil quedarme callado cuando algo no me ha gustado, por mucho que me sitúe contra la corriente general.
Viene a cuento todo este preludio porque dando un vistazo a la filmografía de Leonardo Di Caprio constato que desde el año 2002 ha estrenado nueve películas de las que he visto hasta ahora seis, lo cual no es un mal promedio: lo malo es que, de las seis, únicamente dos me han gustado, y fueron las dos primeras, Gangs of New York y Atrápame si puedes. Y me consta que a mucha gente la primera no les gusta: pero eso es tema para otro momento.
Este mismo año ya comenté aquí la penúltima película de Di Caprio que como consta no me gustó, y tampoco llegué a publicar nada respecto a Red de Mentiras que me pareció un truño infumable en la estela de los imitadores de Syriana y ahora, pasado el tiempo, me doy cuenta que el afamado actor, en mi opinión claramente sobrevalorado, parece dedicarse a interpretar personajes claramente ininteligibles por la pobreza de los guiones en los que se desarrollan sus vicisitudes.
Porque las noticias publicitarias, el martilleo habitual de la mercadotecnia de la industria cinematográfica, esa que está pasando graves dificultades económicas, ahora mismo y desde hace unas pocas semanas se dedica a recordar, con motivo de la edición del dvd. las supuestas bondades de la película estrenada en España este mismo verano, Origen (Inception) que, como es de ver en el enlace, ha conseguido más de 250 mil votos que le proporcionan una nota media de 9 sobre diez, lo que me sitúa claramente en inferioridad de condiciones: soy un "outsider", papá.....
La película, dirigida por el sobrevalorado Christopher Nolan es de nuevo un ejercicio de "Juan Palomo" al que Nolan nos tiene habituados desde que con Memento obtuvo un éxito un pelín excesivo.
La sinopsis publicada en los medios de Origen no puede ser más simple: Cobb (Di Caprio) es un especialista en averiguar datos ocultos en las mentes de las gentes a través de una técnica que implica invasión en el subconsciente del sujeto y un buen día recibe el encargo de proceder a implantar una idea.
Sobre esta base que se presta a formular propuestas interesantísimas propias del más añejo mundo de la ciencia ficción en el que la fantasía sirve para situar en la palestra cuestiones a debatir en el presente como si pertenecieran al futuro obteniendo una lejanía que permita mayor objetividad, Nolan se dedica a proponer juegos mentales que discurren en el mundo de los sueños pero con una sujeción a la lógica que resta toda verosimilitud a la propuesta quedando en un mero thriller con ínfulas metafísicas que se alarga de forma inmisericorde sin alcanzar a sugestionar al respetable ni a motivar, producir y ni siquiera sugerir la más mínima empatía con los personajes que deambulan en la pantalla de un nivel onírico a otro en una ensoñación paupérrima de inteligencia y pródiga en efectos especiales.
Porque en esta ocasión Nolan se ha asegurado que en la próxima ceremonia de entrega de galardones por lo menos uno se lo van a dar: los efectos especiales son fantásticos, originales y muy bien realizados.
La lástima es que, de nuevo, Nolan, pese a tener a su disposición una buena plantilla de intérpretes, no les ofrece otra cosa que movimientos y acciones y unas frases huecas de sentido y sentimientos que comportan una cierta desorientación evidente que merma el interés de la trama y destroza el ritmo interno de la narración.
El guión perpetrado por Nolan tiene muchas lecturas y a muchos niveles, ciertamente, y uno podría estar haciendo cábalas sobre el significado profundo de lo que se ve en pantalla; buscando un cartel para ilustrar la entradilla, hallé estos comentarios que me parecen una sesuda disección relativa al supuesto significado de la película, que no digo que no sea así, pero aparte de las supuestas intenciones del guión en una película debe haber un relato cinematográfico, una forma de escribir con la cámara, de contar la historia, y es ahí donde Nolan, una vez más, falla estrepitosamente, porque su caligrafía es reiterativa, pesada y aburrida.
Y además, no sabe usar las tijeras: 148 minutos son excesivos para estar dando vueltas y vueltas a lo mismo y acabar dejando la incógnita sin aclarar, o eso quiere parecer, porque en mi opinión está clarísimo, aceptada que ha sido la lógica del relato presentado y las imágenes que se nos ofrecen; y para ese viaje, amigo Nolan, sobran las alforjas. sobre todo si entendemos que el mundo de los sueños ya ha sido tratado en el cine anteriormente y, mira lo que te digo, incluso en la sobre valorada Matrix, con algunos añitos a cuestas, el guión estaba mejor construido, porque la innovación correspondiente al enorme potencial de la mente humana en Origen tan sólo tiene una escena acorde con el mismo.
Una película espectacular pues, en la que Nolan demuestra ser capaz de rodar escenas inimaginables con el peor de los pulsos posibles sobre un guión complicado en apariencia que puede dar lugar a disquisiciones de todo tipo, pero en definitiva una historia que no consigue levantar el interés en sí misma, ofrecida por un buen director de efectos especiales que se ha perdido en ellos olvidando que el discurso cinematográfico que permanece en la memoria es el más simple y efectivo: una película no es un número de circo, aunque un cuarto de millón de personas así lo piense.