La capacidad del Sr. Cohen para adentrarse en las partes más escondidas de nuestros sentimientos a lo largo de varias generaciones, ha sido una de las cualidades artísticas del canadiense, a las que el jurado del premio ha elevado a la categoría de virtud, hasta convertirlo en el flamante ganador del Premio Príncipe de las Letras en su edición del año 2011. También estaba en la terna de los nominados en la categoría de las Artes, pero ha sido el compendio de toda su obra literaria, que no sólo se circunscribe a la novela, sino que se desarrolla ferozmente en la poesía y en la música (donde funde como él sólo sabe hacer musicalidad y espiritualidad), lo que le han llevado a ganar los 50.000 € que lleva aparejados este prestigioso galardón. Atrás quedan los años de aislamiento en el monasterio budista de las afueras de Los Ángeles, o el desfalco del que fue objeto por parte de su representante. Etapas y circunstancias, tan convulsas como desesperanzadoras, que sin embargo le hicieron conocer de primera mano las consecuencias de los posicionamientos en los extremos de las experiencias humanas, y que finalmente, llevaron a este canadiense errante a recuperar su faceta compositiva en su doble vertiente de cantante y poeta. En este sentido, los españoles tuvieron la suerte de volverle a ver y oir en la gira que hizo en el año 2009 por tierras españolas. Una visita, que sin embargo, no estuvo exenta de incidentes, cuando se desmayó en su concierto de Valencia, o cuando mostró evidentes muestras de cansancio en los demás eventos. Pero fue ahí, donde Leonard Cohen nos demostró en vivo y en directo la faceta más humana del creador, que en palabras del jurado del Premio Príncipe de Asturias ha creado "un imaginario sentimental en el que la poesía y la música se funden en un valor inalterable".
Ritmos, palabras e imágenes que nos intentan trasladar la importancia del paso del tiempo o las relaciones amorosas sin olvidarse de la relación entre Oriente y Occidente. Una búsqueda de un karma al que el Sr. Cohen ha dedicado parte de su vida, pues no sólo se trata de buscar una forma de vida, sino de hacerlo de una determinada manera, mediante una completa escala de palabras y ritmos que nos logren conducir hacia esa paz que para él es espiritual. Una senda por la que nos intenta llevar a través de su lirismo sonoro, que sin duda ya es parte del imaginario colectivo de varias generaciones, y que le llevan a rodar y rodar por el siglo XX y el siglo XXI en una secuencia infinita plagada de imágenes imborrables.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel