Este fin de semana me enteré de una noticia un tanto alarmante. Un locutor mexicano llamado Rafael Basaldúa pero conocido por Bazooka Joe, hizo un chiste de mal gusto sobre la muerte de Paulette Gebara. Las consecuencias del grave error de este locutor no se hicieron esperar y fue despedido antes de que terminara el programa.
Sucedió en México el pasado 6 de mayo en el programa nocturno El Tlacuache que se emite por Los 40 Principales. Durante la trasmisión en vivo de la sección del personaje conocido como El niño con barba, presentada junto a Rafael Basaldúa y Alejandro Franco, entró la llamada de una oyente que preguntó cómo se hace un niño envuelto (plato popular en México). Basaldúa se apresuró a contestar al aire: «¿Te refieres a Paulette?». Él y sus compañeros se rieron de la ocurrencia y, entre sonoras carcajadas comentó: «pido disculpas fue lo primero que me vino a la cabeza».
Claro, eso lo justifica todo, fue lo primero que a este sujeto se le vino a la cabeza: el cadáver de Paulette envuelto dentro de una bolsa y escondido bajo su propia cama. Pero de que va este tío.
Entiendo que en ese tipo de programas considerados «irreverentes» donde prevalece el desmadre y la «diversión», circulen todo el tiempo chistes de cualquier tipo para lograr mantener ciertos niveles de audiencia. Sin embargo, es necesario respetar ciertos límites establecidos por el sentido común y por los derechos humanos.
Burlarse de una tragedia como la de Paulette no es la mejor manera de conservar audiencia. No es la primera vez que un comunicador ha sido despedido por aprovecharse de una situación trágica. En 2008 la BBC despidió al periodista Chris Price, de Radio Manchester, que hizo un desafortunado comentario del fatal accidente de Barajas (en el que perdieron la vida 154 personas) durante la transmisión de un partido.
En el caso del programa El Tlacuache, lo que me parece igual de grave que hacer un chiste sobre una niña que murió asesinada, son los comentarios de gente ignorante que aseguran que lo despidieron porque existe censura y porque no hay libertad de expresión en México.
Es que resulta inconcebible que alguien con dos dedos de frente no pueda comprender que la libertad de expresión no significa necesariamente decir lo que te de la gana ofendiendo, humillando y maltratando con las palabras.
Es que acaso hay que explicarle al tal Basaldúa y a quienes lo defienden que ni Paulete ni cualquier otro niño, vivo o muerto, tienen porque ser el centro de las burlas de nadie.
Yo me quedo sin palabras ante este terrible ejemplo de falta de ética periodística. Solo espero que episodios como este no sigan oscureciendo el ya de por si negro panorama de algunos medios de comunicación.