Revista Cine

El maestro de piano -epílogo-

Por Teresac

A Inés le habían dicho alguna vez que sería la perfecta casada. Era organizada, trabajadora y resuelta, sabía de cocina, dominaba todas las labores, administraba las cuentas de la casa, y todo lo hacía sin darle ningún problema a su padre, antes bien, barriéndolos de su camino para que él estuviese siempre cómodo y descansado cuando llegaba al hogar. Ahora haría lo mismo por su esposo, con la satisfacción íntima de haber descubierto que el matrimonio era más que una unión de conveniencia, más que cariño o confianza, más que costumbre o acomodo. —Y dinos, Inés, ¿qué le pareció al maestro tu tarta de manzana?EL MAESTRO DE PIANO -EPÍLOGO-Inés se sonrojó mientras Esperanza cerraba a su espalda uno a uno los diminutos botones de nácar del traje de novia. Virtudes le colocó el velo, y Dulce le puso el ramo de rosas en la mano. Al fin miró su reflejo en el espejo, enderezó la espalda, sonrió y elevó el mentón, confiada. Las ninfas del papel pintado de las paredes aprovecharon el momento para iniciar un vals a su alrededor.Con un suspiro, Inés cerró los ojos, vio el rostro del hombre que había amado toda la vida y que pronto sería suyo como si lo tuviera ante ella, y los volvió a abrir. Las doncellas ya no bailaban, las flores no le hacían gestos, los pájaros en su balcón no le hablaban. Al fin su vida era como la había soñado y ya no tenía que imaginarse una realidad diferente para ser feliz. En el espejo se reflejaban los rostros de sus cuñadas que aguardaban expectantes una respuesta.—Creo que... tendré que hacérselo a menudo a partir de hoy. Es un hombre muy goloso.
Y aquella noche, en la alcoba nupcial, su esposo le demostró que no había exagerado en absoluto.
FIN

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