Revista Cine
Un artículo de Juan Pais
Narvel Roth ve crecer a las plantas, pero no es algo que le aburra. La jardinería es su profesión y cuida de las flores con mimo y paciencia. Al igual que los otros protagonistas de la trilogía del hombre en la habitación (el pastor evangélico Ernst Toller en El Reverendo y el jugador de Black Jack William Tell en El Contador de Cartas), Narvel tiene un pecado a sus espaldas, y siente la necesidad de expiarlo. Mientras esto ocurre, el tiempo pasa lentamente para él en una existencia metódica y tranquila, cuidando de un jardín y evitando que crezca agreste, como evita que su propio salvajismo interior brote de nuevo. La naturaleza, como la psicología, puede ser muy caótica.
Gracewood Gardens es la suntuosa finca donde Narvel trabaja. Allí dirige a un equipo de profesionales que atienden la propiedad con dedicación. Es un hombre muy pulcro, repeinado, y siempre con abundante ropa encima para ocultar un pasado de odio y violencia tatuado en su piel. Puede llegar a parecer un hombre satisfecho y feliz, pero en realidad está atrapado en la habitación que da título a la trilogía, alienado y entregado a una profesión mecánica.. A Gracewood llega un día Maya, sobrina de la dueña, la señora Havernhill. Es una muchacha con problemas a la que aquella quiere reformar. Narvel se aplicará a la labor y progresivamente él y Maya se sentirán atraídos, lo que tendrá inconvenientes al ser él un ex-supremacista blanco y ella negra. Además, Narvel mantiene una relación sexual un tanto sórdida con la señora Havernhill, para él otra forma de prisión. Pero gracias a Maya, Narvel ve la oportunidad de salir de la habitación.
Con El Maestro Jardinero (Master Gardener, 2022), Schrader vuelve a afrontar un tema habitual (casi único) de su filmografía: la redención. Narvel abomina del hombre que fue y pretende cambiar, convertirse en el hombre que no fue y debió ser, obteniendo así una forma de perdón. Y en este caso el guionista de Taxi Driver no obliga a su protagonista a lograrlo mediante la violencia, como a Travis Bickle, sino a través del amor y la belleza. Seguramente se acuse a Schrader de rodar siempre la misma película, pero sus acusadores deberían tener en cuenta el propio camino de perfección de Schrader a lo largo de los años.
El Maestro Jardinero puede entenderse como un análisis de la sociedad americana de la era Trump. Una anécdota ocurrida al llegar al poder el presidente naranja lo hacía prever, como también la deprimente visión de El Maestro Jardinero sobre un país dividido y herido por sus conflictos sociales. En su muy activo perfil de Facebook, Schrader había publicado que era necesario "tomar las armas" ante la victoria electoral de Donald Trump. Agentes antiterroristas de la policía neoyorquina se presentaron en su domicilio pidiéndole explicaciones por esas palabras, que el realizador había escrito borracho, según explicó. Es evidente que, arreglado el problema, Schrader decidió reflejar su desacuerdo con Trump con menos vehemencia en su Facebook pero con inteligente contundencia en su cine.
Las influencias de Schrader también son reconocibles, empezando por su venerado Robert Bresson, al que dedicó el prestigioso estudio El Estilo Trascendental en el Cine, en el que también analizaba las películas de Yasujiro Ozu y Carl T. Dreyer, un clásico tan imprescindible como El Cine de Hitchcock, de François Truffaut, o El Cine Norteamericano, de Andrew Sarris. El Maestro Jardinero es una película elegante pero también fría. Y esta frialdad, este distanciamiento, alude a la inteligencia del espectador, la cual no se insulta ofreciéndole groseras obviedades subrayadas. Así es el cine de Bresson, del cual Schrader imita la austeridad, la introversión y el minimalismo de la puesta en escena.
Centauros del Desierto (The Searchers, 1956), una de las cimas de John Ford, es otra recurrente referencia para Schrader. Puede decirse que esa película es el leit motiv de su obra. Ethan Edwards ha modelado a diferentes personajes salidos de su pluma, como Jake VanDorn, el padre de la chica atrapada en las redes del porno de Hardcore (1979) o Charles Rane, el soldado que regresa de la guerra en El Ex-preso de Corea (por cierto, grimoso título español de Rolling Thunder). Al igual que Ethan, Narvel asocia su redención final a una chica a la que también debe rescatar de un peligro. Así encontrará la paz y — no olvidemos el carácter religioso de la obra schradiana — la salvación.
Es posible que la edad haya reblandecido a Schrader — también un grave problema de salud sufrido durante el rodaje de El Maestro Jardinero debió de influir —, y por ello esta película acaba de manera más esperanzadora de lo habitual para él. Sin embargo, no cabe engañarse. Si algo ha quedado patente en sus películas es que el camino de la redención es arduo y casi imposible.