Revista Cultura y Ocio

El Maestro y Margarita - Mijaíl Bulgákov

Publicado el 25 enero 2021 por Elpajaroverde

El diablo anda suelto por Moscú. Ah, ¿que no me crees? ¿Acaso eres, como el editor Berlioz y el poeta que escribe bajo el seudónimo de Bezdomni, un incrédulo, uno ateo convencido? Precisamente, es sobre la inexistencia de Dios que conversan Berlioz y Bezdomni sentados en un banco de los Estanques del Patriarca una tórrida tarde de primavera cercana ya la puesta de sol. Precisamente la misma tarde en que el diablo aparece en Moscú. Precisamente esa misma conversación la escucha el diablo sin poder evitar inmiscuirse.

-Sí, lo somos -respondió Berlioz con una sonrisa, mientras Bezdomni pensaba enfadado: "Se nos ha pegado como una lapa este bichejo extranjero"

-¡Oh, qué encantador! -chilló el asombroso forastero, y se puso a girar la cabeza, mirando primero a un literato, luego al otro.

-En nuestro país el ateísmo no le sorprende a nadie -dijo Berlioz con amabilidad diplomática-. La mayoría de nuestra población ha dejado de creer, conscientemente y desde hace tiempo, en las fábulas sobre Dios.

Al oír eso, el extranjero hizo un movimiento insólito: se puso de pie y estrechó la mano del estupefacto editor, al mismo tiempo que pronunciaba estas palabras:

-¡Permítame que le dé las gracias de todo corazón!

-¿Por qué le da las gracias? -preguntó Bezdomni, tras pestañear muy seguido.

-Por esta información tan valiosa que, a mí, como viajero, me interesa enormemente -explicó el excéntrico extranjero, a la vez que levantaba el dedo de un modo elocuente.

Esa valiosa información, era obvio, había causado una poderosa impresión en el viajero, porque, asustado, recorrió los edificios con la mirada, como si tuviera miedo de ver a un ateo en cada ventana".

El Maestro y Margarita - Mijaíl Bulgákov

Oh, sí, es esta una valiosa información para el diablo tomado por extranjero porque quien no cree en la existencia de Dios difícilmente puede creer en la del ángel caído, pues difícilmente puede existir el uno sin el otro, así como difícilmente puede existir el mal si no existe el bien. Así, pues, tú, lector de poca fe, que te has extrañado al leer que el diablo anda suelto por Moscú; sí, tú, tú, que has reaccionado "como si no reconocieras las sombras o el mal. ¿Serías tan amable de pararte a pensar en esta cuestión? ¿qué haría tu bien si el mal no existiera, y cómo sería la tierra si las sombras desaparecieran de ella? Después de todo, son los objetos y las personas los que arrojan sombras. Aquí está la sombra de mi espalda. Pero también están las sombras de los árboles y de los seres vivos. ¿No querrás desvestir toda la esfera terrestre, despojándola de todos los árboles y de todo lo vivo, por tu fantasía de disfrutar de la luz desnuda?"

Oh, no, poco le gusta a nuestra fuerza maligna que la luz desnuda campe a sus anchas por la Tierra. Pero centrémonos en Moscú, que es donde se encuentra ahora la fuerza demoníaca. Hacía mucho tiempo que el demonio no visitaba a los moscovitas y tan solo precisaba de ciertos trucos de prestidigitación para tomar el pulso a la capital rusa y decidir si su población había cambiado desde su lejana visita anterior. "Bueno", concluye nuestra fuerza satánica, "son personas como todas las demás. Les gusta el dinero, pero eso siempre fue así... La humanidad ama el dinero, no importa de qué esté hecho, ya sea de cuero, de papel, de bronce o de oro. Bueno, son frívolos... Pero ¿y qué? A veces la misericordia también golpea sus corazones... Gente corriente... En general recuerdan a los que les precedieron... Solo que a estos los ha corrompido la cuestión de la vivienda..."

Oh, sí, sin duda a los moscovitas les ha corrompido la cuestión de la vivienda. Pero seamos indulgentes con ellos. Déjame que te aclare, incrédulo lector, que el diablo decide pasearse por Moscú en plena era estalinista (ah, claro, ahora ya no te muestras tan renuente a aceptar que tal vez el diablo sí que anduvo suelto en algún momento por Moscú). Y, en aquellos años, no existía tan solo el problema de la vivienda, sino que, en ocasiones, vete tú (o vaya el diablo) a saber por qué, la gente desaparecía misteriosamente.

"-Le dije, entre otras cosas -contó el detenido-, que cualquier poder es una violencia contra las personas y que llegará el día en que no haya poder, ni de los césares ni de ninguna otra autoridad. El hombre entrará en el reino de la verdad y de la justicia, donde no será necesario ningún poder".

Es bastante probable que Mijaíl Bulgákov se inspirase para escribir la cita anterior en las siguientes frases de Y este gusto (y estas frases) de un ilustre ruso por otro aún más ilustre no te lo cuento yo; esto me lo cuenta Ferran Mateo en las notas a esta novela, notas que comencé leyendo con reservas y que terminé haciéndolo con auténtico El reino de Dios está en vosotros de su admirado Lev Tolstói: "El mal que genera la violencia en manos de aquellos que ostentan el poder aumenta sin cesar y con el tiempo se vuelve mayor que aquel mal que se supone que están combatiendo. [...] El poder estatal, incluso si destruye la violencia interna, introduce siempre en la vida de los hombres nuevas violencias que son cada vez mayores a medida que este poder se va perpetuando y reforzando". agradecimiento y devoción.

En el Moscú que Bulgákov retrata en esta novela también hay ciudadanos que desaparecen misteriosamente. Curiosamente todos ellos dicen la verdad y curiosamente nadie los cree. En fin, creo que ya ha quedado claro que los moscovitas son (así como parece ser que también tú eres) un poco descreídos. Por el momento, parece que el reino de la verdad está vedado para ellos y todos los que advierten haberse encontrado con el diablo, vete tú (o vaya el diablo) a saber por qué, acaban internados en un psiquiátrico.

Las anteriores palabras de Tolstói me recuerdan a una de las reflexiones que Nadiezhda Mandelstam nos dejara en sus memorias Contra toda esperanza. No en vano, la viuda de Ósip Mandelstam fue coetánea de Bulgákov. Y es que el ruso no solo ambientó su novela en los años del terror estalinista sino que también la escribió durante esos tiempos, aunque esta no pudiera ser disfrutada (ya no digamos de forma íntegra) por los lectores hasta varias décadas después. No permita el diablo la libre manifestación del arte. El diablo que Bulgákov crea y nos regala, en cambio, hasta rescata manuscritos del fuego para hacérnoslos llegar.

Mijaíl Bulgákov tardó más de diez años en escribir El maestro y Margarita. No es su única obra pero sí la que más le identifica. Escribió varias versiones de la misma y solo alcanzó a revisar la primera parte antes de su muerte, encargándose Yelena Bulgákova, tercera esposa del escritor, de la revisión de la segunda parte y de la publicación póstuma. El de Yelena Bulgákova, involucrándose de tal manera en la obra de su esposo (no solo tras su muerte sino también en vida de este), es un papel que me recuerda nuevamente al de Nadiezhda Mandelstam. Tal vez sea cierto eso que se dice en una escena de esta novela de que "el que ama debe compartir el destino de aquel al que ama".

En un principio no era El Maestro y Margarita el título destinado para esta novela, si bien me gusta que haya sido finalmente el elegido, dado que dichos maestro y Margarita son una especie de alter ego del autor y su esposa.

En la novela Bulgákov nos cuenta que "El amor surgió entre nosotros, como aparece de la nada un asesino en un callejón, y nos asaltó a los dos a la vez. ¡Así fulmina el rayo, así hiere un cuchillo finlandés! Ella, por cierto, más tarde aseguraba que no fue así, que nos amábamos, por supuesto, desde hacía mucho, mucho tiempo, sin conocernos, sin habernos visto nunca [...]". En la novela, también, ambos amantes no aparecen hasta bien avanzada la misma y no es hasta la segunda parte que cobran protagonismo. La primera parte la copan las diabluras de satán y sus secuaces y los variopintos personajes que se convertirán en víctimas de sus tretas. Dejo a tu elección, lector, pasearte por Moscú y descubrir cómo Margarita y el Maestro se ven involucrados en tan diabólica trama.

Sí te cuento algo más sobre el Maestro. A este (no olvidemos trasunto del propio Bulgákov), tal y como le llega a decir Margarita, lo han mutilado. Como concluirá un colega suyo, "¡No creo en nada de lo que escribo!" Como cuenta el maestro a otro de los personajes: "toda la historia consistía en que el miedo se había apoderado de cada célula de mi cuerpo. [...] Sí, no hay una enfermedad peor que la mía [...], se lo aseguro" (no deja de ser significativo que a la clínica metal en la que terminan encerrados varios de los personajes de este libro se la mencione varias veces como casa del dolor). Cuando ese personaje le inquiere por su verdadero nombre, más allá del apelativo de el Maestro, este refiere que "Ya no tengo nombre [...]. Renuncié a él, igual que he renunciado a todo lo demás en la vida". Toda esta renuncia se produce cuando "finalmente llegó el momento de abandonar el refugio secreto y salir a la vida". "Y salí a la vida", nos cuenta el Maestro, "con mi novela en las manos, y entonces mi vida terminó [...]".

Sí, te cuento esto, incrédulo lector, porque, entre otras muchas y maravillosas cosas, El Maestro y Margarita fundamentalmente es un alegato a favor de la libertad de expresión y de la libre manifestación cultural y artística.

"-¡Vaya! ¡Pero si esta es la casa de los escritores! ¿Sabes, Behemot? He oído decir muchas cosas buenas y elogiosas sobre esta casa. ¡Fíjate bien en ella, amigo mío! Resulta agradable pensar que debajo de este techo se oculta y está madurando una infinidad de talentos.

-Como las piñas en los invernaderos -dijo Behemot [...].

-Sí -siguió diciendo Koróviev- se pueden esperar frutos sorprendentes de los invernaderos de esta casa, [...].

-Sí, es muy fácil de imaginar -confirmó una vez más Behemot.

-Así es -continuó Koróviev y levantó un dedo con aire preocupado-. Pero... ¡Pero, digo y repito el pero! ¡Esto solo ocurrirá si a estas delicadas plantas de invernadero no las ataca algún microorganismo que coma sus raíces, si no se pudren! ¡Pues eso pasa a menudo con las piñas! ¡Ay, ay, ay, y tanto que pasa!"

Comienzo mi paseo por el Moscú de Bulgákov un poco a la expectativa, pues piso terreno desconocido. Un algo detenido y acuciante en esa tarde a punto de finiquitar me pone sobre aviso. No me atrevo, por tanto, a sentarme en el banco con los dos literatos. Tampoco a inmiscuirme en su conversación, tal y como hace el diablo. No puedo evitar, no obstante, escuchar a hurtadillas. El toma y daca de los diálogos me estimula. La prosa de Bulgákov me envuelve y me lleva. Caigo así, sin darme cuenta, en el segundo capítulo y, con él, en la Jerusalén del siglo I, a la que regresaré más tarde en algún que otro capítulo. Me encuentro de repente fascinada por una historia antigua que se me hace nueva, archiconocida pero por primera vez por descubrir. Regreso al Moscú del siglo XX desorientada pero pronto el diablo sabe captarme. Me encuentro como secuestrada por su cohorte de secuaces, víctima de un síndrome de Estocolmo hasta el final de esta novela que me hace ver Moscú bajo la luz de sus disparatadas tinieblas.

Sí, El Maestro y Margarita es muchas otras más y maravillosas cosas. Es brillante e ingeniosa sátira. Es lúdico divertimento. Es fantasía en estado puro que despega desde la realidad para alcanzar los más cómicos dislates. Es una novela con varios niveles de lectura, para quedarse en su superficie o bucear más hondo en cada relectura. Es un libro que cuenta la historia de un libro. Es la historia externa de ese libro. Es metaliteratura y tejido de referencias culturales de su autor (no te dejes asustar, te aseguro que grande es mi ignorancia y ello no me ha impedido disfrutar de la lectura).

No, no te dejes asustar. "La cobardía" es "sin duda uno de los defectos más terribles". Oh, ya sé, has escuchado auténticas maldades sobre satán. Comprendo, pero piensa que "el insulto es la recompensa habitual por un trabajo bien hecho". Eso "es un hecho. Y un hecho es la cosa más obstinada del mundo". Pero, ¡qué digo! ¿De qué vas a tener tú miedo, si, al fin y al cabo, no crees en Lucifer? ¿O ya te he sembrado la duda? ¿Crees ya, acaso, en un mundo de luces y sombras? ¡No puede ser! Imagínate lo que cada uno considera bueno y malo en una convivencia constante. Ambos, bien y mal, "debatían sobre algo muy complejo e importante, y ninguno de los dos lograba convencer al otro. No estaban de acuerdo en nada, y por eso su discusión era particularmente interesante e interminable". ¿Sí? ¿Realmente crees que es posible? Pues estás de enhorabuena, Bulgákov ha escrito un nuevo evangelio para ti. ¿No? ¿Qué daño puede hacerte, pues, este libro? Disfruta de la disparatada experiencia que te brinda y al diablo con lo demás. Ya veo, eres de esos de haberlas haylas. En fin, seré condescendiente contigo. Aunque aún estoy invadida por el espíritu del maligno, "la caridad [...] a veces, del modo más inesperado e insidioso, se cuela por las rendijas más estrechas". Con el poder que me otorga Satanás, en pago a mis servicios prestados con esta tentadora reseña, te concedo no la luz ni la oscuridad, sino el descanso y la liberación que alberga la desmemoria. Olvídate, pues, de mis palabras, y parte raudo hacia lecturas más benignas y complacientes. Eso sí, no te sorprendas si en una noche de primavera, allá cuando tus sueños estén siendo acunados por la luz de la luna, la misma luna te tiende un puente de plata. Se perturbará entonces la calma que te he regalado (oh, no temas, no recordarás nada al despertar y la paz nuevamente será contigo) y de la reveladora consciencia que es la inconsciencia del sueño brotará hacia ti la irrebatible certeza de que el diablo anda suelto por Moscú y reclama tu presencia. No oses rechazar su invitación. Oh, no, no es mea culpa. Es el diabólico poder de la lectura. Es el diabólico poder de las lecturas que deberían ser leídas pero dejamos sin leer.

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