Un buen adjetivo para describir a Manuel Murillo Sánchez, de 62 años, en prisión desde septiembre por haber planificado supuestamente un atentado contra Pedro Sánchez, es el de friki, extraído del inglés “freak”, aprobado por la RAE en 2012, y que significa extravagante, raro o excéntrico según el Diccionario.
Los datos que han ido conociéndose sobre este natural y vecino de Tarrasa (Barcelona) demuestran que el anunciado como magnicidio obedecía a otro término admitido por la Academia, una fantasmada de, naturalmente, este friki chapucero.
Pero la prensa afín a Sánchez presentaba a este vigilante privado soltero y aficionado a las armas que quería impresionar a una mujer con su heroica voluntad de “entregar la vida por España” como alguien parecido los asesinos de Abraham Lincoln o de los hermanos Kennedy.
Este es parte de un párrafo de “Público”, un digital podemita de cabecera, afín al separatismo y entregado ahora a la adoración de Sánchez:
“Tenía la voluntad, la preparación, el armamento y el fanatismo suficientes para dar en el blanco: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Además, es un tirador sobresaliente, el mejor de los del club de tiro olímpico del Vallés”.
De ahí vino toda la narración que hacía al primer ministro un mártir, pero resultó que casi todo era mentira --la mayoría de sus armas eran de aire--, como la afirmación de que quería vengarse del levantamiento del cadáver de Franco, cuando era por el coqueteo de Sánchez con el separatismo catalán.
El aspirante a terrorista, un mal tirador según su club, carecía de las cualidades de que se le atribuían, incluidas la discreción, la cautela y la sagacidad: había anunciado su intención en Twitter y otros foros pidiendo ayuda para efectuar el atentado
Eso sólo lo hace un friki muy fantasma y chapucero que quiere ser denunciado y detenido, aunque gracias a él Sánchez figura ya en el santoral podemita y socialista de garrafón como mártir antifranquista.
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SALAS