Este post de domingo lo escribo a 3.700 metros de altura sobre el nivel del mar en la ciudad de La Paz, Bolivia. Un país en el corazón de Sudamérica que merece la pena descubrir.
La ciudad se recorre a pie, compartiendo experiencias con su gente. Estar tan cerca del cielo, hace que el sol acaricie intensamente tu piel durante el día, coloreando tus mejillas y regalándote una molesta sequía de mucosas y epidermis.
Las primeras 48 horas sufrirás de una u otra manera el mal de las alturas. Y no hablo de la enfermedad que presentan algunos directivos de las Gerencias de Salud que pueden perder el contacto con la realidad cuando ocupan un cargo, ni de lo que cuesta en algunas ocasiones bajar a un médico de su silla para que visite a sus pacientes, hablo de una enfermedad causada por ascender por encima de los 2.400 metros, donde una reducción de la presión atmosférica de oxígeno, provoca una disminución en la biodisponibilidad del oxígeno, que acarrea unas consecuencias en tu organismo.
Los síntomas son variados igual que su intensidad, pueden ir desde una simple cefalea, naúseas, vómitos, insomnio, astenia (cansancio), disnea (sensación de ahogo), hasta provocarte una edema agudo de pulmón y/o edema cerebral de altitud.
Por suerte, la mayoría de las veces suelen ser síntomas leves que mejoran tras las primeras 48 horas.
Mis recomendaciones son que te tomes con calma este proceso de aclimatación, descansa, no hagas grandes esfuerzos físicos, duerme, hidrátate, come alimentos de fácil digestión y si todo eso no resulta suficiente, entonces puedes consumir un mate de coca como los autóctonos (la coca no es cocaína) o tomar las conocidas Sorojchi Pills (pidoras para el mal de las alturas), que son una mezcla de aspirina, salofeno y cafeína.
Ya sabéis lo que se dice, en casa del herrero cucharón de palo, así que mejor no os cuento todo lo que hice y comí este primer día.
No es la primera vez que vengo a La Paz, aunque he de admitir que esta oportunidad es diferente, da igual lo que haya puesto dentro de mi maleta, tengo la sensación de que estoy vacío, de que me falta alguien. Y es que en esta ciudad se puede estar a milímetros de distancia del cielo pero a kilómetros de distancia de un corazón.
{Viaje a Bolivia, capítulo 1, reflexiones Con Tinta de Médico}