Revista Cultura y Ocio
Los científicos sagüeros también dan su criterio en Sagua Viva. Dr. Carlos Aguiar Mota Antes se creía que existían personas que tenias tal poder en la vista que podían provocar daño en otros seres humanos, sobre todos a los niños pequeños, que eran mucho mas vulnerables, después se descubrió que el ojo no emite ningún rayo sino que capta la luz y con ella las imágenes, sin embargo la personas continúan creyendo en el mal de ojos.
El mal de ojo, o aojamiento es un fenómeno supersticioso, en el que supuestamente se produce un mal a una persona a través de la mirada. De esta persona afectada se dice que "está ojeada, o que le echaron mal de ojo, o el ojo encima". Este no debe de confundirse con otras manifestaciones mágico supersticiosas, como los hechizos, el vudú o las maldiciones.
El mal de ojo, como proceso, puede venir dado de manera voluntaria o involuntaria, y es, según la creencia popular, efecto de la envidia o admiración del "emisor", que a través de su mirada (ya sea directa, en símbolo o incluso mental) provoca un mal en el envidiado/admirado. En algunas culturas orientales se cree, también, que las personas de ojos claros (azules, verdes, grises y rayados) tienen mayor poder para el mal de ojo.
Los síntomas del aojamiento en la cultura popular son los de un cansancio, adormecimiento o pesadez, que termina enfermando gravemente a su víctima. De la misma manera, se puede sospechar el mal de ojo, si algún objeto favorito o querido de la "víctima" sufre algún daño inesperado, sin causa previa específica o si el daño surge de "la nada".
Popularmente se han buscado diferentes remedios, ya sea para la prevención, como por ejemplo pisar los zapatos nuevos de familiares y amigos (como mecanismo para evitar la envidia), escupir a los bebes o embarazadas (en las culturas populares se considera la saliva como protectora), la interposición de objetos considerados como mágicos (como los bordones - Makilak - en las regiones vascongadas) o protectores mágico-religiosos, como estampillas de santos, oraciones, etc.
La cura del mal de ojo, la cultura popular suele dejarlo en manos de curanderos, que realizan rituales más o menos rocambolescos. No en todas partes se utiliza esa forma de protección o curación ya que los lugares o países de creencia son diferentes. Por ejemplo, en Chile, muchas veces se santigua a los bebés, en una especie de unión de las tradiciones cristianas y las paganas; en Perú y México se pasa un huevo o un cuy por todo el cuerpo del afectado para extraer el mal.
En México existen varias formas de curar el mal de ojo, que también se conoce como ojeo u ojo; se cree que los más afectados por este padecimiento son los niños. Una de ellas consiste en frotar suavemente alrededor de las órbitas oculares con el ombligo de una persona del sexo contrario al del enfermo (en algunos lugares de la provincia mexicana todavía se acostumbra guardar el cordón umbilical de los recién nacidos). También se puede tallar o tapar al niño con alguna prenda de ropa usada y sudada del padre. Si se sabe quién fue la persona qué causó el daño, se le pide que cargue al niño y le sople en la mollera, los párpados, las plantas de los pies y las palmas de las manos, al tiempo que le da golpes muy leves en la cabeza con su camisa volteada al revés. Asimismo suele recurrirse a una piedra llamada ixahi, la cual se utiliza para absorber el "mal" al frotarla en el cuerpo, una vez hecho esto, es necesario, tirarla. Son de uso frecuente las limpias con pirul, tabaco, chile ancho, huevo, copal negro, hojas de pipe e, incluso, fuego. En caso de que quien haya ocasionado el ojo al niño sea un animal, se recomienda remojar camalonga en agua y dar a beber al pequeño el polvillo que queda en el recipiente.
En Cuba existe una gama de creencias relacionadas con el mal de ojos pero hemos encontrados dos métodos los mas generalizados para protegerse contra el mal de ojos, para prevenirlo, los amuletos, desde una cinta roja hasta el famoso azabache y para curarlo leer la oración de San Luis Beltrán.
El azabache (impropiamente llamado ébano fósil) es una variedad de lignito. De color negro brillante, procede de una familia de árboles jurásicos que se extinguieron hace unos 60 millones de años, al mismo tiempo que los dinosaurios, según datos del primer estudio científico sobre el origen de este fósil de alto valor económico.
Hasta hace poco tiempo se creía que el azabache provenía exclusivamente de una especie de Araucaria, pero recientes estudios paleobotánicos realizados por la Universidad de Oviedo han concretado que realmente procede de varias especies, no solamente de las Araucaráceas sino también de las Protopináceas. De tener que compararla con un árbol de nuestros días su equivalente sería parecido a un Ciprés.
De conformación compacta, suave al tacto, ligero y bastante duro (entre 3 y 4 en la escala de Mohs), tiene fractura concoidea y color de raya pardo oscuro. Arde produciendo mucho humo, despidiendo olor bituminoso y a veces fétido. Su densidad oscila entre 1,2 y 1,3 g/cm.
Es un material muy frágil, por lo que su extracción siempre ha sido artesanal, siendo de talla difícil cuando se intenta esculpir figuras con abundantes detalles y calados. Esta circunstancia ha dotado al arte de la azabachería de escasos márgenes expresivos. Se trabaja con lima y torno, adquiriendo mediante una pulimentación adecuada un brillo intenso que no decrece con el paso del tiempo.
Está formado por una mezcla heterogénea de material carbonáceo orgánico y materia mineral, constituida principalmente por vitrinita, compuesto orgánico que deriva de la lignina, la celulosa y otros, presentes en las plantas vasculares con semillas.