Anunciar tan solo veinticuatro horas después de la toma de posesión del presidente que enmendará los presupuestos en el Senado, suena a revanchismo político indigno de un partido respetuoso con el juego político consustancial al sistema democrático. Si el PP cumple su anuncio de revisar las cuentas en el Senado para poner en apuros a Sánchez en el Congreso, tendrá que explicarle a los españoles cómo es posible que los presupuestos que eran la octava maravilla del mundo hace solo una semana son ahora dignas de corrección. Si no lo hace sólo cabría concluir que los 540 millones de euros del País Vasco o los más de 2.000 de Canarias, han sido solo el oneroso precio pagado por el PP a los nacionalistas vascos y canarios para que Rajoy pudiera agotar la legislatura.
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Mucho me temo que esto no ha hecho sino empezar y que Sánchez tendrá que sumar a su evidente debilidad parlamentaria y a la heterogeneidad de sus apoyos, las arremetidas feroces de un PP herido de muerte tras perder el poder. Se puede ir despidiendo el presidente de los cien días de gracia y cortesía que se suelen otorgar a quien asume un cargo de su responsabilidad: ni uno le ha dado el PP. A esa oposición puede añadir también la de Ciudadanos, si no tan resentido como el PP si descolocado después de que la errada estrategia electoralista de Albert Rivera se viera sobrepasada por la audacia de Pedro Sánchez. El nuevo presidente está subido a un potro de tortura que Rajoy y Rivera se encargarán de espolear en detrimento de una mínima estabilidad política. Está por ver aún si Pablo Iglesias, el principal socio de Sánchez, se suma a la estrategia del centro - derecha exigiendo medidas incompatibles con la situación política o apoya con lealtad al presidente.Ciertamente, viendo cómo se las gasta el PP en sus primeras horas de principal partido de la oposición, me viene a la mente la frase de Andreotti en la que aseguraba que el poder desgasta sobre todo cuando no se tiene. El PP se ha desgastado menos por el poder que por la corrupción que anida en su seno y ahora pretende detener el desgaste de estar en la oposición yendo incluso en contra de sus propias decisiones. Puede que en política no existan los buenos perdedores pero hay formas honorables de aceptar la derrota cuando es democrática como en este caso. La que parece haber escogido el PP - la de la revancha, el despecho, el filibusterimo parlamentario y la desestabilización - es la peor posible.