Revista Historia

El malintencionado bulo que convirtió a Julio César en "reina de Bitinia"

Por Ireneu @ireneuc

Que el nivel de la política actual se parece más a una barriobajera pelea en una piscina de lodo que a una honorable confrontación de opiniones, simplemente con ver un rato de una sesión del Congreso o de un pleno de un ayuntamiento lo tendrá más que confirmado. Descalificaciones gratuitas, mentiras continuas, lenguaje soez, petulancias y altanerías vergonzosas... han transformado cualquier reunión parlamentaria en poco menos que una zafia tertulia a gritos entre borrachos que si algo despiertan es el hartazgo y la vergüenza ajena de quien pueda estar interesado. Tal vez pudiéramos pensar que esto es una cosa nueva, fruto de la falta de políticos de calidad y las redes sociales, pero la verdad es que durante el Imperio Romano, ya era habitual este tipo de " tudo vale" contra el adversario político. Y uno de los principales afectados fue el mismísimo Julio César, al cual sus rivales atribuyeron una relación homosexual simplemente para debilitarlo políticamente.

Si algo se puede decir del famosísimo Julio César es que era un auténtico personaje que, desde joven ya marcaba maneras de que no iba a ser alguien que pasase de puntillas por las páginas de la Historia ( ver Un secuestro, unos piratas y el infinito chulerío de Julio César). Así las cosas, en el año 80 a.C., con tan solo 20 años, ya era una preeminente figura del bando de los " populares" (progresistas), que tenían una dura pugna con los "optimates" (conservadores) por el poder de Roma. No obstante, la victoria del conservador Sila, ante el progresista Cayo Mario en la Primera Guerra Civil de la República Romana, hizo que César -perteneciente al bando perdedor- se dirigiera hacia la actual Turquía, ya que salir de Roma pies-para-qué-os-quiero tras no aceptar el cambio de bando ofrecido por el vencedor Sila (se tenía que divorciar de su mujer y César no quiso), era la opción más sana para su estilizado cuello, sobre todo para evitar los sicarios que le había enviado.

En aquellas tierras de la península de Anatolia ( ver La eterna llama de Yanartas ), Roma se encontraba dando apoyo al rey Nicomedes IV de Bitinia (pro-romano) frente al rey Mitrídates VI del Ponto (anti-romano), los cuales se hallaban en plena zarabanda de palos por el control de la zona. En uno de estos repartos de hostias al por mayor, los ejércitos romanos al mando de Marco Minucio Termo pusieron en sitio la ciudad de Mitilene (en la isla de Lesbos, costa turca del Egeo), siendo enviado Julio César a la corte de Nicomedes IV para pedirle una flota de barcos con la cual acabar con los mitilenos. La visita, por lo visto, duró más de lo que se esperaba gracias a la amistad que entabló con el rey, siendo la excusa perfecta para que corriera el rumor de que había habido un "affaire" sentimental entre Julio César y Nicomedes, al haber quedado prendado por la belleza del " yogurín" romano. El rumor llegó a Roma, y los senadores opositores a César vieron la oportunidad para ponerlo a caldo a base de esparcir el bulo hasta la nausea.

Los cronistas explicaron que Julio César había hecho " tilín" al rey bitinio y que este lo invitó a su cámara. Vistiéndolo de púrpura y acompañado por soldados, se encamó con Nicomedes en su cama dorada, siendo sodomizado por el monarca. Teniendo en cuenta que, si bien la homosexualidad no estaba prohibida, ser la parte pasiva estaba muy mal visto, el hecho de que corriera el rumor de que una figura tan amenazadora para los optimates tuviera relaciones homosexuales y, para más inri, de carácter pasivo (el que recibía, vamos) con un mandatario bárbaro, era el colmo de la calumnia política y personal.

Al desprestigio que conllevaba tal infundio -César lo negó repetidamente durante toda su vida- la mala baba de sus contrincantes hizo que lo tildaran como " reina de Bitinia", "rival de la reina y plancha interior del lecho real" o "el marido perfecto de toda mujer y la esposa de todo hombre"... entre todo tipo de dimes y diretes que corrían como la pólvora entre la gente ( ver El rey de España llamado Paquita). Sea como sea, la estratagema no les salió muy bien a sus "amigos", habida cuenta que las guerras contra Mitrídates lejos de ser un pozo para la reputación de Julio César, sirvieron para auparlo como el magnífico estratega y militar que se mostró posteriormente en las Galias. No en vano el asedio de Mitilene sirvió para que fuera condecorado con la Corona Civica, el más alto reconocimiento del valor en tiempo de guerra ofrecido por la República Romana.

En definitiva que Julio César, lejos de verse afectado por las inquinas envidiosas de sus opositores, acabó subiendo como la espuma tal y como temían sus "queridos" optimates. La extraordinaria inteligencia política y militar, su ambición sin límites y la disoluta vida heterosexual de la que hizo gala durante toda su vida, callaron las bocas de todos aquellos que habían pretendido hundir de la forma más rastrera y cobarde la prometedora carrera de uno de los personajes más importantes y trascendentes de la Historia de la Humanidad.


La gris mediocridad, por suerte, no podrá jamás apagar el brillo de las grandes almas.


Volver a la Portada de Logo Paperblog