Dicho estudio detalla cinco formas de maltrato a ancianos: físico, psicológico, negligencia, abuso económico y abuso sexual. Según Isabel Iborra, psicóloga forense y coordinadora científica del Reina Sofía, el más frecuente es el abuso económico, donde "el agresor utiliza el dinero de la víctima sin su consentimiento, le obliga a modificar el testamento, a cambiar de nombre la vivienda". El perfil que se nos da del agresor, en estos casos, es el de una persona que depende de la pensión del mayor. Lo paradójico de la situación radica en que los agresores suelen ser la pareja y los hijos, donde seis de cada diez agresores tienen más de 64 años y cuatro de cada diez tienen algún problema físico, además de que más de la mitad sufre estrés, con lo que la denuncia del mayor los pondría en una situación de desamparo.
Son la negligencia y el maltrato psicológico la segunda causa de maltrato. Por negligencia se entienden conductas como proporcionar dosis inadecuadas de medicación o una medicación errónea, privar de las necesidades básicas (alimentación, higiene, calor, ropa adecuada al clima, asistencia sanitaria, etcétera) o el abandono. Dentro del maltrato psicológico hallamos acciones de rechazo, insultos, terror, aislamiento, gritos, humillaciones, amenazas y que se les ignore o se les prive de afecto.
Este estudio también nos revela que un 4,6% de cuidadores, reconoce haber tenido hacia el mayor conductas de maltrato.
Muchas situaciones en las que se ven envueltos los mayores y que son en si una agresión, no se identifican como maltrato por carecer de una exacta definición de lo que puede ser considerado violencia hacia los mayores. Incluso se da el caso que mucho de estos mayores no reconocen el maltrato debido a lo duras que han sido sus vidas y en cierta manera están acostumbrados, o por un sentimiento de culpabilidad ya que al ser sus hijos los agresores, piensan, que ellos son los culpables por haberlos educado así. También se dan casos, en que pueden llegar a pensar "qué habré hecho yo para que me traten así".
Definir unos protocolos específicos, como se ha hecho en los casos de violencia de género o al menor, es la prioridad de todos aquellos que luchan porque dichas situaciones de violencia no se produzcan. Las carencias y dificultades de muchas familias, tanto emocionales, intelectuales, morales o económicos, unido a que las ayudas públicas no son suficientes en casos así, complican más si cabe las situaciones de maltrato, ya que las familias muchas veces se encuentran desbordadas y en una situación ambivalente que da cobijo al amor y al odio a partes iguales.
El maltrato a los mayores va en claro aumento, lo cual nos da un panorama poco halagüeño del futuro que nos espera a los que nos dirigimos inexorablemente hacia esas edades. Una concienciación por parte de la sociedad y una mayor ayuda por parte del estado, son claves para corregir dicha situación. Al igual que se esta haciendo con la violencia de genero y al menor, la vigilancia y el cuidado de nuestros mayores da como resultado una sociedad mucho más libre y sana, lo que repercute en en bienestar de todos.
Acabo haciéndome eco del decálogo por el que Ponte en su lugar trata de concienciar sobre el maltrato que sufren los mayores en nuestra sociedad:
- Dignidad. tratar con respeto.
- Inclusión social. Evitar aislamiento y soledad.
- Atención inmediata ante lesiones, abusos, reclusiones y negligencias
- Personalizar su entorno. Adecuar el espacio para garantizar la independencia de la persona.
- Responder al deseo de satisfacer sus necesidades de higiene
- Calidad de la comida, adecuada a sus gustos y necesidades.
- Respetar su intimidad.
- Favorecer el mantenimiento o recuperación del máximo grado de autonomía.
- Ayudas técnicas para facilitar la movilización, la higiene y el vestirse.
- Implicar a las familias en el cuidado y tomar decisiones compartidas.