Marc Bernabé hace su habitual análisis del mercado del manga durante el año pasado, en el que resalta la espectacular caída de nuevas novedades durante el año pasado. La cuestión es…¿cómo traducir este dato? A priori, una bajada de casi el 50% de novedades se debería interpretar como un descalabro brutal, sin embargo, sin saber cifras de ventas, es un dato difícil de evaluar, que puede indicar tanto un ajuste draconiano del mercado que ha echado fuera a las series que menos vendían, con un afectación menor de la facturación global, como un descalabro real de las ventas.
Aún sin datos oficiales, los comentarios de libreros y editores parecen indicar que las ventas de manga han sufrido un duro correctivo (que algunos se atreven a cifrar entre un 30 y 40% de las ventas) y que iría en la línea que ya he comentado por aquí alguna vez: el manga había conseguido salir del ghetto del coleccionista y asentar una parte importante de su éxito en los compradores ocasionales, chavales que seguían una o dos colecciones puntuales. Un comprador que es, sin duda alguna, la gran ambición de toda editorial, el que realmente consigue que las ventas se disparen. Pero, también, el más sensible a una situación de crisis como la que padecemos, que lo primero que corta en caso de necesidad es el ocio (más si, como hoy en día, se puede conseguir por otras vías…). A diferencia de otros sectores, como el de los superhéroes, más ligado a un público fiel y coleccionista que renuncia con dificultad a su afición, el del manga refleja de forma más mimética lo que ocurre en el mercado del libro, eso sí, sin esa red de salvación en tiempos de crisis que es el libro de bolsillo barato.