LA MODA ES LA ÚLTIMA PIEL DE LA CIVILIZACIÓN de Picasso
Corren tiempos de cremas, afeites y demás aderezos sobre la epidermis que constituyen la realidad sobre el “culto al cuerpo”. Porque de ser cierto éste, hace tiempo que hubieramos mandado a paseo a tanto dietista desaprensivo, monitor personal cargado de esteroides o productos alimenticios surtidos con acidulantes, conservantes y demás aditivos. Es así, el dicho de algún modisto de que la “arruga es bella” sirve para el negocio del vestir pero no para lucir palmito. Ese es otro cantar, y porque la melodía es otra, embadurnamos nuestra piel con productos que son reafirmantes, desestresantes y tonificadores.
Por lo general, la dermis facilita a la piel la nutrición necesaria para que ésta tenga la elasticidad y la robusted necesaria. De la misma manera que con un adecuado lavado conseguimos que microbios, hongos y células muertas sean exfoliados de nuestro cuerpo. Todo ello lo hace de forma natural nuestro cuerpo. Pero la industria farmaceútica nos vende belleza aunque sea a consta de actuar sobre los dos millones de grándulas que emiten sudor -por otra parte necesario para liberar el exceso de calor- y que son las causantes de actuar como termostato que mantiene la temperatura a 37ºC.
De ese manto natural que protege nuestro cuerpo sale cada día medio litro de fluido líquido que causa horror a muchos. Para ello se recurre a taponar o inhibir la acción de las maldecidas glándulas sudoríparas. Les reconocemos su labor, entendemos su función en nuestro organismo, pero…las odiamos porque nos dejan cercos en la ropa o impiden dejar en el contrario el aroma a belleza que pretendemos poseer. Nuestra piel es un negocio y cada año es más el dinero el que gastamos en cuidarla….. ¿Cuidarla? Pero….¿realmente es necesario tanto producto? ¿A qué intereses responde tanta gama de cosméticos?
Uno tiene la sensación de que falta mesura. En especial, cuando observa farmacias con más productos de belleza en sus estanterías que medicamentos, o cuando ve el espacio que ocupan en los expositores de los supermercados. Esos 18 metros cuadrados que cubren nuestro cuerpo con un espesor de medio milímetro se merecen atención, pero la necesaria y con sentido común; a no ser que éste acabe siendo el del despropósito y el de los intereses de la industria química.