"El manuscrito de Dios" de Juan Ramón Biedma
Sevilla adentrada en el siglo XXI y con tintes apocalípticos. Una historia atrevida que narra la lucha entre los nostálgicos de la Inquisición y un hombre elegido para evitar que eso ocurra.
"Por un momento todo se vuelve confusión en la mente enferma del cardenal, cree que el lgajo que le tiende el recién llegado es el Manuscrito de Dios, la obra secreta que ha buscado durante tantos años y cuya posesión supondría para la Santa Alianza la llave definitiva con la que recobrar el poder que se les escapa. Pero enseguida recuerda que no es el libro que le están entregando, que los médicos le han pronosticado pocos meses de vida y que otros deberán proseguir con la búsqueda del Manuscrito."
Cinco maletas repartidas en una Sevilla preapocalíptica. Capillas profanadas, albergues de mendigos en antiguos aparcamientos subterráneos, sanatorios abandonados, recónditas bibliotecas, asilos malditos, pensiones y palacetes de mala muerte# Una ciudad entenebrecida por la sombra de la catedral más siniestra del mundo. En los últimos días del año, un guardacoches sin recuerdos, una mujer sin futuro y un sacerdote sin pasado tienen que enfrentarse a una alianza heredera de la Inquisición y a otras potencias aún más oscuras en busca de un manuscrito que no quieren poseer.
Editorial: EDB Ficción (2005)
Formato: Tapa dura / Versión Kindle
Sobre el autor: Juan Ramón Biedma
Reseñar un libro de Juan Ramón Biedma es ejercicio a un tiempo divertido y difícil. No obstante, el reto es lo suficientemente estimulante como para enfrentarse a él con las mismas ganas de acertar que de no equivocarse. Yo lo haré en esta ocasión recurriendo a la anécdota, mientras que en la próxima entrega recurriré a otras armas.
Resulta que El manuscrito de Dios cayó en mis manos hace mucho tiempo, o al menos el suficiente para que el autor no fuese considerado aún como uno de los más apocalípticos y demoníacos escritores españoles del momento, título que le acabo de asignar y no sin fundamento.
Recibía por aquellos años al delegado de Círculo de Lectores cada dos meses en mi casa, el mismo intervalo con el que era obsequiado con la revista complementaria a partir de cuya visualización se fraguaba el siguiente pedido bimestral. Reconozco que era yo, el lector más atrevido de todos los que en casa morábamos, el que se aventuraba con títulos novedosos y arriesgados, y por ello caí bajo los cicateros trampantojos de una portada en la que tanto la catedral de Sevilla como la Giralda se encontraban enmarcadas en una nube de fuego. Sobraba el título; la elección estaba hecha. Eso sí, El manuscrito de Dios era un aliciente añadido. Lo siento, Sr. Biedma, elegí su ópera prima en base a la portada, para que luego digan que los oficios del libro no son importantes a la hora de las ventas.
Fue al recibir el ejemplar perfectamente embalado cuando se volvió a despertar la ilusión que me causaba y me sigue causando el obsequio de un libro nuevo. Pasé a leer la sinopsis, que decía, literalmente, "El ser humano ha desperdiciado demasiadas oportunidades para eludir con nobleza las profecías apocalípticas. La vieja Sevilla, proverbial feudo de señoritos soberbios con debilidad por los crucifijos, se erige ahora en el final de todos los trayectos".
Bien, estaba claro que se trataba de una provocación (para quien se deje provocar, claro está) y ello suponía un magnífico estímulo para comenzar la lectura, que concluyó en un par de días, y porque las obligaciones y el sueño no perdonan. Al final... Pues resulta que no estaba el que escribe estas líneas muy de acuerdo con la sinopsis, que se antojaba simple y malintencionada provocación, sí, pero no en total sintonía con el contenido del desconcertante libro que, lejos de herir la sensibilidad de un sevillano de los grupo de "rancios", le había parecido entretenido y "extraño".
La presente reseña se basa en la segunda lectura del ejemplar, realizada en un momento en el que quien la realiza conoce personalmente al prosector de la trama y comprende las aviesas intenciones de este a la hora de escribir. Juan Ramón Biedma es un personaje que bien podría protagonizar alguna de sus novelas, un escritor culto y elegante que no duda en recurrir a temas apocalípticos y a la propia inmundicia para realizar con ella el decorado de una trama de suspense.
A día de hoy, El manuscrito de Dios es o puede llegar a ser considerado un título de culto y es en ambos contextos en los que se debe realizar una reseña completa y convincente de un libro difícil de clasificar.
Es una novela apocalíptica de suspense, o de suspense apocalíptico, en la que se nos muestra un códice, o libro si lo prefieren, dividido en cinco secciones repartidas en distintos destinos, o confiadas a distintos custodios residentes en Sevilla. La unión de todos es conocida como Manuscrito de Dios, un relato que puede cambiar el devenir de la Iglesia.
Ahora que hemos incluido a la religión es los argumentos, no nos será complicado imaginarnos a distintos sacerdotes en posesión de un poder que ni ellos mismos alcanzan a comprender, a las altas esferas de una Inquisición resucitada de sus cenizas y a los héroes de turno cargando con la responsabilidad de salvar al mundo. Lejos de quedarnos con el esqueleto, es obligatorio y justo ir añadiendo las capas de grasa, músculo y piel a la trama, para dar pie a la aparición de mendigos, zarrapastrosos zombis "al estilo Biedma", putas que no prostitutas, viejos verdes, pornografía implícita y explícita y solo un poquito de sexo, que hay sitio para todo. Por supuesto que se incluirán en la ensalada los pasadizos secretos, la oscuridad, pestilentes aromas, sabor a cloacas o argumentos delirantes.
Al final, resulta que es Hesperio M Tertulli, un engañosamente inocente niño destinado a ascender en la escalera al soleo cardenalicio, el verdadero protagonista al que se supeditan las acciones de los personajes que nos habían parecido acaparar los focos de las cámaras: Álvaro Tertulli, sobrino del primero, Riven, un peculiar aparca coches convertido en aventurero y la peculiar Hernández, una misteriosa mujer que no sabremos si está "como una chota" o es más inteligente que todos los demás personajes.
Álvaro Tertulli viaja a Sevilla para dar con el paradero de los cinco manuscritos, y para ello cuenta con una lista de futuros "fiambres", y recurre a la ayuda de aquellos que se le presentan por el camino, sin opción a elecciones más acertadas. Con estas premisas comienza la historia que nos mantendrá atentos hasta terminar haciéndonos preguntas en el mismo momento en que nos hacemos partícipes de cualquiera de los bandos en disputa.
Pero Sevilla es y no es reconocible. El sevillano tendrá dudas. La acción se desarrolla en lugares que le son conocidos, pero se encuentran maquillados de tal forma que resulta inquietante descubrir que de verdad pudiera ser real el contexto en el que se enmarcan.
Lejos de desvelar la trama de la novela, quisiera terminar haciendo una serie de reflexiones, o quizás sería mejor decir "bosquejando apuntes" que me han resultado interesantes. En primer lugar, las citas con que se acompaña el comienzo de cada capítulo: interesantes y misteriosas. Bravo. En segundo lugar, el buen trato del lenguaje, detalle muy de agradecer en los momentos que vivimos. También hay que destacar la originalidad de la trama y el modo en el que la conduce el creador a su terreno, estilo que repetirá en posteriores títulos que iremos desgranando en un futuro próximo. Por último, no quisiera olvidarme de este nuevo y sibilino nuevo estilo de describir zombis recurriendo a mendigos sin alma, sin duda un "sello de la casa".
Ahora será el lector el que deba sacar sus propias conclusiones si, como yo, se atreve a hacerlo.
Desde aquí un fuerte abrazo al maestro Biedma al que ya asaltaremos para que nos conceda una entrevista.
Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez