No es novedad que Houellebecq está un poco zumbado, y que es o se lo hace , un escritor que goza y se reboza de esa cualidad provocadora de estar pasado de vueltas. Lo bordó con Sumisión, que supera de largo lo políticamente incorrecto con una distopía que admite más de una interpretación. Aunque nada puede superar los desbarres de Las partículas elementales, que a todo esto me parece su mejor novela.
La humorada en este caso viene de que él se sitúa como parte de la novela. En concreto como el muerto, en una última parte-thriller tan desubicada como delirante, probablemente el aspecto más houelebequiano de este libro. Porque , de otra parte, estamos ante el más cuasi-hilvanada de sus obras, la -si se le quiere llamar así- más literaria, donde parece que hasta logra construir una casi tradicional historia de amor entre Jed Martin, un artista extraño y Olga, una galerista. Hay, como siempre diversas menciones a temas que no vienen mucho al caso. Y poco sexo para ser de Huelebecq
Premio Gongourt, tan erráticos ellos a veces. No es su mejor obra desde luego, pero indudablemente es Él, y a mí me gusta casi siempre como mira a este puñetero mundo que nos rodea.