A mediados del siglo XVIII, sostiene Corbin en El territorio del vacío: “Médicos e higienistas, al tiempo que producen conocimiento científico, dan la alarma y crean el deseo; su discurso produce, asume o codifica prácticas que, posteriormente, se les escaparán".
Los médicos prescriben el mar para curar la melancolía, el gran mal del siglo. Con anterioridad, y a mediados del XVII, la nobleza inglesa se retira al campo y crece el rechazo de la ciudad, una nobleza amenazada en aquel momento político.
A partir de mediados del XVIII, del mar se espera que remedie los males de la civilización urbana, que corrija los efectos perniciosos del confort. Se empieza a recomendar el baño frío, que se ve como una clave de la longevidad de los pueblos del norte. Ahí está la Historia del baño frío, de John Floyer, publicado a principios del siglo en 1702, y durante todo el siglo serán muchos los tratados médicos que recomienden el agua de mar para sanar el cuerpo y la mente.
La moda del baño en el mar nace por lo tanto como un proyecto terapéutico. Hay años de dudas entre el balneario y su agua caliente y el mar y su agua fría, pero ya está la playa ahí y lo esta para quedarse. También la manera de bañarse es diferente para el hombre, que se lanza viril a la ola, de la mujer, que la recibe lánguida. Son los baños de mar que ya se celebran de manera terapéutica en Brighton en 1797. Durante ese siglo y en el mediterráneo, los baños son casi siempre solo masculinos, no como en las costas inglesas en aquel momento....