Revista Cultura y Ocio
El tiempo es un maravilloso ungüento que se extiende para cicatrizar las heridas. El que lo haya probado no creo que tenga dudas al respecto. El tiempo es un concepto de esos inconcebibles e intrigantes sobre el que casi cualquier reflexión es válida. En realidad, el tiempo, lo envuelve todo. Incluso nuestra conciencia. Va devorando la primigenia imaginación infantil para transformarla en pensamiento adulto. Y después, va haciendo mella cada ciertos decenios en nuestra apreciación vital. Nadie puede vencer al tiempo, excepto la Parca. Todo está en el tiempo, escondido, esperando como un ratero detrás de la esquina para sorprenderte. Algunos creen que, finalmente, nos hace eternos fantasmas a través de los vestigios de nuestros recuerdos, anhelos, éxitos y fracasos. Puede ser tan cruel como generoso. Y siempre nos faltará... tiempo. Siempre. Es algo que termina siendo evidente. Por mucho que hagamos en el transcurso de nuestras vidas, más tiempo sabremos que nos falta. Y de igual manera, cuando llega a percibirse, es cuando nos damos cuenta de cómo lo hemos perdido. El tiempo es oro; más que oro. Es vida. Y es, cuando lo sentimos como un gélido pasar de las horas, cuando entendemos que nosotros simplemente somos tiempo que se agota día a día.