Debe de ser verdad eso de que los hombres sólo pueden hacer una cosa a la vez, porque llevo varios días pensando-rumiando, casi obsesivamente, eso que se ha sabido de que el Círculo Fortuny, asociación española representante de las empresas e industrias de alta gama españolas, con Carlos Falcó, Marqués de Griñón, y Enrique Loewe al frente, ha pedido a la Real Academia Española de la Lengua (RAE) que modifique la definición de la palabra "lujo", ya que las que existen, según su opinión, "son bastante negativas" (Demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo / Abundancia de cosas no necesarias / Todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo), y según el parecer de esta asociación, el concepto se puede "mejorar".
Y no dejo de empalmar esta noticia con ese dicho de que "la historia la escriben los vencedores", con lo cual ya tendríamos, no sé si me siguen, el “crimen perfecto”. Por ejemplo, haces lo que te da la gana, en el utópico caso de que seas el jefe del gobierno, como que la mayoría del pueblo vea más de cerca la pobreza (¿Os suena?), o se mezcle con ella, y luego le pides a la Real Academia que edulcore el concepto de “pobreza”, con algo así como que los pobres verán a Dios, y que además, comer poco es bueno para la dieta. Y al final lo que consigues es que en lugar de una putada, en el caso del ejemplo, el gobierno en cuestión te esté haciendo un favor.
Luego, más adelante en sus declaraciones, el Marqués de Griñón se viene arriba, más todavía, y se pone hasta lírico diciendo que para él, el lujo tiene que ver más por ejemplo con una experiencia que vivió el pasado diciembre con su hija mayor, Xandra Falcó, a la que hacía tiempo que no veía y con quien, en un día soleado, cocinó con el primer aceite de su cosecha delante de su casa una tortilla de patatas. "Esto es un lujo y hay que mantener esta definición".
Y este vecino no deja de pensar en la gran cantidad de “su” posesivo que se encuentra en el relato poético del Marqués: aceite de “su” cosecha (en “su” tierra, que ésto último no se menciona, pero se sobrentiende), …”su” casa; que quizás, en realidad todo ello junto, sea el verdadero lujo.Por cierto, y haciendo un inciso, lo que más quiero de Don Carlos Falcó, y no está en su relato, y no pongo nada de ironía en ello, es a su hija Tamara. Esa si que es un "lujo de hija", y aún, quizás, sin quererlo ella misma, y espero que se me entienda, "es la verdad sin filtro".Quizás, en el fondo, y volviendo al tema principal, el concepto negativo no está en la definición de “lujo”, sino que siguen existiendo dos Españas, pero no las del poeta:
Una que tiene el lujo por castigo y que quiere que no se note, o que no lo notemos los de la otra España, que el lujo que añora es el de poder tener tres comidas y el futuro asegurado. Pero ahora a eso no le llaman las verdades del barquero, sino populismo, o también popularismo, que según el diccionario de la R.A.E. también se usa en sentido despectivo. El currito de turno, sin embargo, no tiene tiempo ni para intentar convencer a los miembros de la Academia de la Lengua, ni por supuesto agasajarles con “sus” productos, que no tiene; porque todo cuesta, y me lo han puesto a huevo hoy, un "griñón". Y lo de "agasajar a los miembros de la Academia", sólo era como gesto de hospitalidad, no vayan a pensar que…Y para terminar, mencionaremos al gran filósofo Groucho Marx, que sin mencionar el "lujo", hizo un buen retrato al decir: "Hijo mio, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna".
Gracias a Dios, o al que sea, que Groucho no está disponible para que el Círculo Fortuny se ponga en contacto con él; aunque tratándose de Groucho, seguro que, en este caso, probaba la cuadratura del Círculo.
*FOTO: DE LA RED