- El Martín Fierro en mi recuerdo. ¿Qué recordaba de esta obra antes de releerla? Unas cuantas estrofas sueltas: el comienzo de la famosa primera (“Aquí me pongo a cantar al compás de la vigüela), entera la que postulaba “los hermanos sean unidos”, el dicho que establecía que “un padre que da consejos más que padre es un amigo”, la estrofa que recomendaba trabajar para evitar la miseria (debe trabajar el hombre para ganarse el pan/ pues la miseria en su afán de perseguir de mil modos/ toca en la puerta de todos/ y entra en la del haragán) y el también famoso dicho “hacete amigo del juez”. De los personajes retenía en mi memoria al Viejo Vizcacha como un ladino, pícaro y a Cruz, por el cuento de Borges. No retenía en mi memoria mucho más antes de la lectura que acabo de terminar (digo lectura y no relectura porque no recuerdo haberlo leído de pibe, solo fragmentos).
- Literatura y política. Si bien este acercamiento a los textos literarios que popularizó David Viñas no es el que más me interesa en general, considero que la excepción está dada por la literatura argentina del siglo XIX, en la que no puede escindirse una esfera de la otra. La explicación es bien clara, los autores del siglo XIX eran intelectuales totales que participaban no solo de la vida intelectual sino también de la política: Sarmiento, Echeverría, José Hernández, Miguel Cané, Alberdi, por mencionar los más importantes. Y su obra de ficción, en muchos casos, se explica y está determinada por su posicionamiento político. ¿Quién era José Hernández? A diferencia de Sarmiento, de Alberdi, de Echeverría, Hernández es un confeso federal, enemigo del Gral. Mitre y de Sarmiento. En 1863 en el diario El Argentino de Paraná publica el folletín Vida del Chacho, obra destinada a vindicar la memoria del caudillo riojano Ángel Vicente Peñalosa y al resto de los caudillos federales, como una réplica de Civilización y barbarie. Vida de Facundo Quiroga (1845) en el que Sarmiento ataca al que hizo las veces de padre del Chacho Peñalosa en su La Rioja natal. Dice en ese libro José Hernández en La política del puñal:
- La obra. La vida del gaucho Martín Fierro se desarrolla en dos libros, El Gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1879). En realidad, el segundo fue escrito a partir del éxito que supuso para José Hernández El Gaucho Martín Fierro, que llegó a vender 48 mil ejemplares en Argentina y Uruguay, en 7 años, agotando 8 ediciones. Mucho para aquel entonces y, también, para este. Esta especie de novela en verso (esa es la mejor definición que le cabe) fue muy popular entre la gente de campo que, según cuentan, se juntaban en las pulperías, donde siempre había un ejemplar “gastado”, a leerlo en voz alta.
- El cambio ideológico de Martín Fierro (y de José Hernández). Claramente el personaje de Martín Fierro de uno y otro libro son ideológicamente diferentes. Se puede explicar por la evolución natural biológica y de experiencia de Fierro que vuelve, ya viejo, de vivir con los “salvajes” (indios) y eso le hace ver la vida de otra manera. Alguien escribió que “pasa de ser rebelde hasta la deserción a ser pacífico hasta la admisión de que su pasado fue un error”. De gaucho matrero, tomador y pendenciero, al margen de la justicia y la sociedad, pasa a recomendarle a sus hijos trabajar y ser prudente con la bebida y el juego. Subyace en el cambio ideológico de Martín Fierro, la necesidad del autor de sintonizar con el momento histórico de la Argentina. La vuelta se publicó en 1879, momento en que el Gral. Roca al frente del Ejército argentino emprendía la Campaña al Desierto, que implicaba el exterminio de los aborígenes y la definitiva conformación delas estancias como explotaciones capitalistas del campo argentino. Autores como Josefina Ludmer se refieren a este segundo libro como producto del “pacto”, de José Hernández con las clases dirigentes. Es dable pensar que José Hernández haya sido objeto de fuertes presiones implícitas y, también, directas, de parte de sus pares letrados, tanto por lo que condenaba como por el ejemplo social del protagonista de su obra (según T. Halperín Donghi, José Hernández quiere fortalecer sus lazos políticos con este sector social). Máxime, como señalamos, en ese momento histórico y dada la repercusión de éxito que, comentamos también, tuvo en su momento El Gaucho Martín Fierro. Me pregunto si el éxito del GMF no superó al propio Hernández que se encontró con que su obra de ficción era tomada como algo más que una ficción. Tal vez, más que extrañarnos lo que se plantea en La vuelta, debería llamarnos la atención no sólo la figura del gaucho matrero que nos ofrece José Hernández en El GMF, sino también el planteamiento ideológico que subyace en la crítica que disparar sobre las instituciones capitalistas (en especial sobre el Ejército, la policía y la justicia) la injusta vida de Fierro. Una llamada a pie de página: no se puede dejar de pensar todo el tiempo en la Guerra de Malvinas asimilando a los gauchos con los pibes de la guerra.
- El Martín Fierro y los indios. No debe existir antecedente en la literatura rioplatense de una obra que termine con una reivindicación de los indios como hace El GMF. Recordemos que Martín Fierro es obligado a abandonar su rancho con su familia e irse a los fortines del Desierto, donde los militares lo usan para tareas personales y nunca le pagan, por lo que este desierta. Al regresar y encontrar su rancho quemado (su mujer se fue con otro y sus hijos se deben haber conchavado en estancias), se vuelve tomador y pendenciero. De este modo, mata a, por lo menos, dos personas, psa a ser perseguido por la justicia y la policía y escapa a vivir al campo abierto, haciéndose matrero (ladrón de ganado). Esto es así hasta que un día aparece una cuadrilla al mando de Cruz que, en medio de la pampa, donde Fierro duerme, lo cercan y éste logra salvar su vida por su heroísmo y porque Cruz, en plena pelea, se pasa a luchar a su lado. Cruz le cuenta su historia antes de entrar a la policía y resulta ser idéntica a la de Fierro. Sabiéndose al margen de la ley, más aún luego de matar a varios policías en el enfrentamiento, Fierro le propone, y Cruz acepta, irse a vivir con los indios.
Yo se que allá los caciquesamparan a los cristianos,y que los tratan de “hermanos”cuando se van por su gusto.¿A qué andar pasando sustos? (2195)Alcemos el poncho y vamos.
La condena a los indios que hace Fierro al comienzo de La vuelta resulta un poco excesiva, más aún teniendo como antecedente el considerado modo en que se dirige a ellos, como hemos visto, en su primer obra.Allá no hay misericordia
ni esperanza que tener; (230)
el indio es de parecer
que siempre matar se debe,
pues la sangre que no bebe
le gusta verla correr.
...
El indio pasa la vida (380)
robando o echao de panza;
la única ley es la lanza
a que se ha de someter;
lo que falta en saber
lo suple con desconfianza.
...
Es tenaz en su barbarie,
no esperen verlo cambiar;
el deseo de mejorar
en su rudeza no cabe:
el bárbaro sólo sabe (570)
emborracharse y peliar.
- De libro de denuncia a manual de buena conducta. La vuelta es un libro que, desde el vamos, se postula como un texto didáctico que señala el buen comportamiento social que debe observar el gaucho (ver la Carta Prólogo a la 8va. Edición). También los consejos de Fierro a sus hijos , y al de Cruz, van en esta dirección: Manual de conducta ejemplar del gaucho. Este elemento, tal vez, conspira contra el aspecto narrativo del texto, porque lo narrativo se pone al servicio del mensaje. Esto no ocurre en El Gaucho Martín Fierro, puesto que si hay un elemento de denuncia es la propia historia la que se constituye en tal. En La vuelta, Fierro regresa de vivir con los indios y cuenta la lamentable experiencia con los salvajes y el triste final de Cruz, también narra cómo saca de las manos de un indio, luego de un duelo digno de las películas de cowboy, a una pobre cautiva a la que este había esclavizado y atado con las tripas de su bebito y, con ella, escapan a la civilización. Cantando su vida en una carrera de estancieros encuentra a sus dos hijos (el hijo mayor y el Segundo hijo) y al hijo de Cruz (Picardía) que toman la guitarra y cuentan sus historias; el hijo mayor habla de su paso por la prisión y el Segundo hijo acerca de su vida con el Viejo Vizcacha a quien lo ponen de tutor. Picardía cuenta su experiencia como jugador tramposo y, luego, su vida en los fortines de la frontera (similar a la de Fierro). Luego aparece un Moreno que desafía a Fierro a una payada, aquí se dan las elevadas definiciones filosóficas (el Moreno) sobre el canto del cielo, de la tierra, del mar tiempo, de la noche, de dónde nace el amor, la ley y (Fierro) las categorías de medida, cantidad, el tiempo y su división. Finalmente, el Moreno descubre ser hijo de uno de los hombres negro que Fierro asesinó en el pasado y busca la venganza de su padre pero la gente la evita. El libro se cierra con los famosos consejos de Fierro a sus hijos y al de Cruz.
- El Martín Fierro y la literatura gauchesca. “La poesía gauchesca, desde Bartolomé Hidalgo hasta José Hernández, se funda en una convención que casi no lo es, a fuerza de ser espontánea. Presuponen un cantor gaucho, un cantor que, a diferencia de los payadores genuinos, maneja deliberadamente el lenguaje oral de los gauchos y aprovecha los rasgos diferenciales de este lenguaje, opuestos al urbano. Haber descubierto esta convención es el mérito capital de Bartolomé Hidalgo” (pag. 15), observa Jorge Luis Borges en sus ensayos sobre Martín Fierro. También propone que ni Hilario Ascasubi (1807-75) ni Estanislao del Campo (1834-80) constituyen antecedentes de esta obra puesto que, si bien son obras que forman la tradición de la literatura gauchesca, están escritas desde otro lugar (meno aún el caso de Bartolomé Hidalgo 1788-1822). “En verdad, ninguno fue precursor de José Hernández, salvo en el común propósito de hacer hablar a los gauchos, con entonación o léxico campesino”. (Pag. 25). “Lussich prefigura a Hernández, pero si Hernández no hubiera escrito el Martín Fierro, inspirado por él, la obra de Lussich sería del todo insignificante y apenas merecería una pasajera mención en las historias de la literatura uruguaya. Anotemos esta paradoja, que parece jugar mágicamente con el tiempo: Lussich crea a Hernández, siquiera de un modo parcial, y es creado por él. Menos asombrosamente, podría decirse que los diálogos de Lussich son un borrador ocasional, pero indiscutible, de la obra de Hernández” (Pag. 30). Es Leopoldo Lugones en El Payador Perseguido quien anota el antecedente de que Hernández había felicitado a Don Antonio Lussich por Los tres gauchos orientales que aparece editado en Buenos Aires por la imprenta La Tribuna el 14 de junio de 1872.
- El Martín Fierro, libro de la nacionalidad argentina. El Martín Fierro pasa a tener el lugar de privilegio en la literatura argentina a partir del rescate que de él hacen a principios del siglo XX Leopoldo Lugones (quien le dedica un ciclo de conferencias en 1913 a la que concurre Roca y que luego se constituirán en El Payador Perseguido) y Ricardo Rojas. A lo que se agrega, durante los años 20, su valorización por parte de Jorge Luis Borges y un núcleo de escritores y artistas (Leopoldo Marechal, Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes, Oliverio Girondo y los pintores, Xul Solar y Figari, entre otros) que lo reivindican a tal punto que se dan el nombre de Martín Fierro para el grupo que conforman. Lugones pide para esta obra el lugar de epopeya y libro nacional de los argentinos; el libro canónico nacional que fue para España El Quijote y para Italia, La Divina Comedia, no sólo eso sino también con la épica de La Ilíada en los orígenes de Grecia o la Chanson de Roland en los de Francia. Ricardo Rojas, hacia 1948, habla también de poema épico”el origen de la civilización en la pampa ha logrado su expresión literaria en dos poemas nacionales de carácter épico; en verso: el Martín Fierro; otro en prosa: el Facundo, ambos definitivos en la historia de nuestra cultura intelectual” (Pag. 565, Historia de la literatura argentina). Parece dificil mezclar el Facundo con el Martín Fierro y todo un poco exagerado, tal vez explicado porque en el momento en que Lugones, y Rojas, realizan esa reivindicación, el gaucho matrero es cosa del pasado argentino, y lo que preocupa a las clases dirigentes y a los terratenientes pasaron a ser los inmigrantes europeos que venían con ideas comunistas y anarquistas. En ese contexto, la reivindicación de ese mestizo desaparecido (el gaucho) y su idealización es funcional a esa nueva realidad histórica.
- La figura del gaucho. Mucho se habla de literatura gauchesca pero ¿a qué nos referimos cuándo hablamos de gaucho? Este no es un tema trivial, por el contrario es centro de acalorados debates de nuestra historiografía. Por ejemplo el viajero inglés William Mac Cann dice en su Viaje a caballo por las provincias argentinas de 1847 que “la palabra gaucho es ofensiva para la masa del pueblo, por cuanto designa un individuo sin domicilio fijo y que lleva una vida nómade; por eso, al referirme a las clases pobres evitaré el empleo de dicho termino”. Otro viajero, este francés, el geólogo Martín de Moussy en su Descripción geográfica y estadística de la Confederación Argentina de 1860 refiere “Todos los peones de estancia forman lo que se llama peonada, es decir, el conjunto de los servidores del campo. Constituyen la mayoría de la población vigorosa de la campaña. Por error se los designa como gauchos, pues, no es a ellos aplicable esta expresión, sino al hombre errante, al vagabundo que no quiere trabajar y no posee sino su ropa y su caballo. El gaucho es el bandido del Plata; y aunque no sea precisamente un malhechor, un salteador de caminos, casi siempre está en guerra con la justicia por el robo de algún caballo, el rapto de una doncella, y sobre todo por un desgraciado cuchillazo, seguido de venganzas o de simple querella de pulpería. Al gaucho cuando se lo puede prender se lo enrola a la fuerza en los cuerpos de línea, de los que huye en la primera coyuntura, porque le pesa el yugo de la disciplina. Se refugia entonces en el monte y vive allí de la rapiña, es decir, de los vacunos que mata en las estancias vecinas y cuyos cueros vende oportunamente. Estos desertores, conocidos bajo el nombre de materos, habitantes del monte, son de una vecindad siempre peligrosa”. Hay toda una corriente historiográfica que cuestiona esta visión del gaucho que tiene en Emilio A. Coni, con su estudio de El gaucho. Argentina-Brasil-Uruguay, a uno de los principales exponentes. La corriente llamemosla defensora de los gauchos argumenta principalmente que los documentos y testimonios que Coni recoge son escritos por propietarios o funcionarios con intereses de clase distinta a la de este otro actor social. Con independencia de cuál sea la realidad histórica social del gaucho, lo cierto es que Martín Fierro, en su primera versión de José Hernández, es un gaucho que se vuelve matrero a partir de que a su regreso de la frontera encuentra que su mujer se ha ido, sus hijos se buscaron la vida y su rancho ha sido quemado. Entonces, se vuelve tomador y pendenciero. El gaucho Martín Fierro es uno que después de su paso por los fortines de la frontera se ubica fuera del sistema. Fierro puede ser visualizado como un marginado social pero no como un ejemplo.”Admito la existencia del gaucho. Pero si fue como lo describe la poesía, si fue rebelde a todos sistema de orden, sin principios jerárquicos, matón y vagabundo, me parece bien que haya desaparecido”, le hace decir Leopoldo Marechal a Schultze en Adan Buenos Ayres (Pag. 187).
- La lectura de Borges (siempre lúcido). Déjenme las últimas líneas dedicarles para transcribir lo que el prócer dijo sobre cómo leyó él al Martín Fierro. “La épica requiere perfección de los caracteres; la novela vive de su imperfección y complejidad. Para unos, Martín Fierro es un hombre justo; para otros un malvado o, como dijo festivamente Macedonio Fernández, un siciliano vengativo; cada una de esas opiniones contrarias es del todo sincera y parece evidente a quien la formula. Esta incertidumbre final es uno de los rasgos de las criaturas más perfectas del arte, porque lo es también de la realidad. Shakespere será ambiguo, pero es menos ambiguo que Dios. No acabamos de saber quién es Hamlet o quién es Martín Fierro, pero tampoco nos ha sido otorgado saber quiénes realmente somos o quién es la persona que más queremos. Asesino, pendenciero, borracho, no agotan las definiciones oprobiosas que Martín Fierro ha merecido; si lo juzgamos por los actos que cometió, todas ellas son justas e incontestables. Podría objetarse que estos juicios presuponen una moral que no profesó Martín Fierro, porque su ética fue la del coraje y no la del perdón. Pero Fierro, que ignoró la piedad, quería que los otros fueran rectos y piadosos con él y a lo largo de su historia se queja, casi infinitamente.