Revista Cultura y Ocio

El más difícil todavía...

Por Francisco Enrique Perez Ruiz-Poveda @PATXIPE

EL MÁS DIFÍCIL TODAVÍA...

El verano suele conllevar su famosa canción, “la canción del verano”, pero esta semana pasada, y como hubiera dicho mi madre “y lo que te rondaré, morena”, estamos sufriendo el ya famoso “pin parental” , o en mi casa me tienen que firmar expresamente todas las clases a las que tengo que acudir sí o sí.

Y por las cosas que se están oyendo, si todo fuera cierto, ni a los sufridos alumnos les daría tiempo material, ni aquello sería una escuela sino como mínimo “El qué apostamos” o “El juego de la oca”.

Eso de que te enseñen a masturbarte me parece tan loco que solo una cabeza llena de ansiolíticos lo puede soportar. En mis tiempos al menos, y llámenme raro si quieren, uno ya traía lo de masturbarse de serie. Aunque seguro que para alguno de derechas, mi ADN debía de estar adulterado por algún ancestro vicioso de izquierdas.En otro orden de cosas, ayer sobre las nueve y veinte de la noche estaba salseando en la televisión, "esta cadena sí, en ésta no", cuando aterrice en la 1, y estaba nuestro señor presidente, Pedro Sánchez, hablando más que de todo un poco, de lo que a él le interesaba hablarnos, es obvio.Por la manera que tiene de hablar, repitiendo las cosas, y haciendo las repeticiones cada vez más pequeñas hasta fijar claramente su objetivo, este vecino del mundo tenía la sensación, o bien de que nos iba a hipnotizar, o que iba a realizar un truco de magia de escena, de grandes ilusiones y aparataje, el más difícil todavía. Llegué a pensar que en cualquier momento Pedro Sánchez se iba a desinflar en su asiento, quedando sólo las ropas y una peluca, cuando de pronto, la presentadora, Ana Blanco, se gira, sin ningún tipo de cambio de plano, y descubrimos que es el mismísimo Pedro Sánchez.De todas maneras, seamos serios, con el año que hemos llevado en cuestión de votaciones varias, no es la primera vez en que nuestros políticos van transmutando de una personalidad a otra, de un discurso a otro, sin que nos dé, a nosotros, tiempo a parpadear, ni a ellos tan siquiera a ponerse rojos de una vergüenza que no conocen.*FOTO: DE LA RED


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