Decía Jacinto Benavente que perdonar supone siempre un poco de olvido, un poco de desprecio y un mucho de comodidad. Pues los españoles debemos ser muy cómodos y harto olvidadizos. De otra manera no se entendería que traguemos con la larga lista de pecadores que desfilan todos los días por los informativos.
Debe ser que se lleva pedir perdón. Es tendencia de otoño. Aunque la moda la trajo hace dos años el rey Don Juan Carlos en aquel vídeo para la historia, donde se disculpo por participar en una cacería en Botsuana, en plena crisis en su país. Para el imaginario colectivo ha quedado esa frase de "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir". Tanto caló este arrepentimiento que ahora otra personalidad pública, pillado en falta, la vuelve a utilizar palabra por palabra. Esta vez es un futbolista, el jugador del Barça Gerard Piqué. Desde luego que para muchas personas disculparse sale barato, y la mar de cómodo. Un perdón y pelillos a la mar.
Pero estos días es un aluvión de clemencias lo que llueve de lunes a domingo. El consejero de salud de Madrid pidió perdón a la enfermera contagiada por ébola después de acusarla de mentir. Y asistimos también a una cadena de disculpas pro parte de los responsables políticos de algunos partidos ante el escándalo de las tarjetas black de los consejeros de Caja Madrid.
Y ya para rizar el rizo, Francesc Homs, el consejero de presidencia de la Generalitat catalana pide perdón por la pérdida de consenso, después de la que ha armado Mas.Y así hasta el infinito y más allá. Habrá que sacar conclusiones y pedir a los expertos que nos asesoren de los beneficios de tanta condonación. De hecho siempre se ha dicho que pedir perdón aligera el alma y sosiega el espíritu. Oiga usted, como diría el maestro Berlanga, siente un pecador en su mesa esta Navidad...Y aprenda de él. Pecar sale gratis. Importa este contenido