Revista Decoración

El mechero del Mercedes

Por Dolega @blogdedolega

MB 300SL Roadster

Eran una pareja totalmente perfecta. Tenían dinero, se querían y formaban una familia ejemplar.

El, Ingeniero de Caminos Canales y Puertos después de años de intenso estudio y sacrificio, había sido contratado por una de las mayores empresas inmobiliarias del país.

Ella, Licenciada en Filosofía y Letras, había sido contratada en el colegio del Sagrado Corazón como profesora de Literatura, gracias a la influencia de su padre, lo que no evitaba que fuese una buena profesora.

El ingeniero lo primero que hizo según lo contrataron fue comprarse un Mercedes. Consideraba que el signo inequívoco de status era ese precioso coche que tardó casi un año en traerle la casa, porque lo había pedido descapotable y con la tapicería de cuero blanco. Creyeron que no llegaría a tiempo para la boda, pero el concesionario sabía que se jugaba mucho si fallaba en el encargo.

El fruto de su amor era un precioso niño rubio, perfectamente vestido según los cánones del momento, llevado y traído por una niñera uniformada toda en color rosa para que hiciera contraste con el azul con el que invariablemente vestían al retoño en cuestión.

Los años fueron pasando y Fernando, que así se llamaba el angelito de la familia, alcanzó la tierna edad de tres añitos. Cada vez era un niño más independiente dentro de lo que un niño de tres años puede ser independiente claro y empezó a demostrar las habilidades que iba adquiriendo. Una de ellas era la fijación que le entró por hacer marcas en la tapicería blanca del Mercedes con el mechero del coche.

En aquellos años setenta, no existían normativas para que los niños fueran delante, detrás ó corriendo a la par que el coche y si existían en esta familia no se cumplían en absoluto. Así que en cuanto el niño se subía al coche con su madre ó con su niñera, en el momento que su padre se descuidaba, Fernandito accionaba el encendedor  y cuando éste ya estaba caliente, lo ponía en la tapicería del coche con la consiguiente chamusquina para la piel.

Al Ingeniero se lo llevaban los demonios cada vez que Fernandito dejaba una marca nueva en su flamante coche.

Por el contrario su madre realizaba siempre el mismo ritual, lo tomaba entre sus brazos y de una manera muy firme pero suave le decía:

-Fernandito, no debes de hacer eso. Papá y Mamá trabajan muy duro para ganar dinerito y poder tener este bonito coche y si tu lo rompes, no podremos ir más a casa de los abuelos ¿lo entiendes?

Y Fernandito contestaba con una sonrisa

-Ti

Mientras, el Ingeniero se quemaba la cabeza pensando lo que costaría volver a cambiar la tapicería del asiento en cuestión.

Un día estaba Fernandito en casa de los abuelos y había que recogerlo, así que el Ingeniero y la niñera pasaron a buscarlo.

PaseoCastella_Madrid_2008 (4)

De regreso a casa, cuando iban por el Paseo de la Castellana camino de la casa familiar, el angelito  que iba en el asiento del copiloto en brazos de la niñera, puso en funcionamiento el mechero del coche y procedió a dejar una marca más en la tapicería.

En ese momento el Ingeniero pegó un frenazo que casi saca a Fernandito y la niñera por el parabrisas y por poco hace que el coche que venía detrás se empotrase contra el flamante Mercedes, cogió a Fernandito en brazos lo puso en el suelo del Paseo de la Castellana y le dio tres sonoros azotes en el culo. Luego lo cogió en brazos y lo sentó en las piernas de su niñera. Poniéndose a su altura y mirándolo fijamente a los ojos y muy cerca de su cara, le dijo:

-Si se te vuelve a ocurrir coger el mechero del coche y quemar la tapicería te arreo otros tres azotes que te dejo el culo como un tomate. ¿Los has entendido?

Fernandito estaba llorando como un energúmeno con las manos metidas en la boca y la cara llena de mocos, babas y lágrimas que la niñera era incapaz de limpiar, debido al estado de shock en que se encontraba porque a Fernandito jamás le habían puesto la mano encima nunca.

El Ingeniero soltó un grito que resonó en todo Madrid

-¿Lo has entendido?

Y Fernandito que ante tal berrido se le había cortado el llanto, respondió con un suspiro

-Ti

El resto del viaje resulto bastante plácido. Fernandito debido al berrinche se quedó dormido y la niñera no se atrevía ni a pestañear no fuera a ser que despertara la ira de aquel hombre que hasta ese día había sido una persona afable y tranquila.

Como el vicio del niño era la comidilla de la familia y los amigos, cuando las quemaduras cesaron, la madre de Fernandito le contaba a todo el mundo lo mayor que era su niño adorado porque había logrado entender con palabras, que no debía quemar la tapicería del coche.

El Ingeniero y la niñera simplemente cruzaban miradas cómplices.

 


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