Revista Salud y Bienestar
Esta mañana he hablado con una gran amiga que trabaja en un centro de salud de la Comunidad de Madrid. Preguntándome por mi trabajo en la residencia de ancianos, se ha interesado por cómo tengo que hacer para conseguir las medicinas que tienen que tomar los "pacientes". Le he explicado que los medicamentos nos los manda el hospital (actualmente, porque parece ser que va a cambiar pronto el sistema para mejorarlo, claro) y si necesitamos algo que no entre en la medicación hospitalaria, los médicos del centro de salud al que estamos adscritos nos hacen las recetas necesarias (no creo que actualmente sean más de 25). Ella estaba indignada: cada 2 meses tiene que hacer unas 800 recetas (ese es el número que ha repetido varias veces) de todas las medicaciones de la mitad de una residencia a su cargo (la otra mitad es para su compañera). En muchas ocasiones, según me ha contado, no está de acuerdo con las prescripciones del médico de la residencia, o no sabe para qué se ha utilizado tal o cual antibiótico o ve excesiva la supuesta dosis de algún fármaco. Se harta de pedir explicaciones al nombrado médico que no reciben respuesta satisfactoria. Por supuesto, el médico de la residencia se harta de sentirse fiscalizado y examinado cada vez que considera oportuno una medicación concreta y no quiere explicar más a la médico del centro de salud porque está claro que si pone un antibiótico a un "paciente" es porque lo necesita.Un problema que las administraciones no solucionan y que lo único que logran es que nos enfrentemos los compañeros entre nosotros, porque por descontado, cada uno tiene su versión y su razón en este desencuentro.