Al final, tengo visto que las empresas que van bien, se destacan por disponer de gente bastante mediocre (o mediana, o corrientitos) en lo intelectual y lo profesional, que sin embargo, hacen su trabajo increíblemente bien.
Hay varias razones para esto. Una, por ejemplo, es que son personas fáciles de mandar. Un buen jefe, que conozca sus limitaciones, hace con ellos maravillas. Les asigna lo que les corresponde, y en lo que les corresponde, le pide el máximo. Ellos lo consiguen, se sienten satisfechos y realizados. Saben que están consiguiendo más de lo que esperaban de si mismos. Y se entregan a fondo. Son además leales, no se engañan, conocen sus limitaciones y las causas de su éxito. Gente así, vale un potosí.
También están los medianos que, como todo les ha costado mucho, han desarrollado una fuerte voluntad y un poderoso afán de superación. Igual tardan un 25% más que un “listo”, pero son más seguros y regulares. Aguantan mejor la monotonía, no se ponen metas a las que no puedan llegar, y no cambian de metas, porque les cuesta mucho verlas.
¿Puede un mediano funcionar bien con un mal jefe? Este tipo de medianos que comento, obtienen su máximo rendimiento si están bien llevados. Pero también funcionan perfectamente si se les atribuye un área de responsabilidad y se les especializa en ella. Al final “la lucha por el talento” no deja de ser una entelequia, pues el talento, es como el oro. Poco, es valioso. Mucho, no deja de ser un metal blando bastante menos útil que el hierro.
En Forrest Gum dan una magnífica definición: “Tonto es el que hace tonterías”. Me permito completarla: tonto es el que hace tonterías, y las corrige con estupideces. Lo de muchos de nuestros políticos, de los que no se sabe si sale más cara su metedura de pata, o su forma de sacarla. Los “medianitos” somos gente que sabemos que cometer tonterías, es irremediable, pero que detectarlas, corregirlas de la forma adecuada, y aprender en el proceso a no cometer ese mismo tipo de error, es lo que nos hace válidos.
Lograrlo, eso es talento.