Lo que haya después de la muerte sigue siendo un tema tabú en muchos aspectos de la sociedad. Pese a ello la vemos reflejada todos los días en las noticias. Pero quizá siempre de una manera indirecta. Es decir, en el caso de un atentado con decenas de muertos en un país a miles de kilómetros de distancia, la noticia es no son tanto los muertos sino el grupo terrorista, las decisiones políticas que conlleva o el porvenir de la ciudad minada. Es decir, en la noticia que hay muerte de por medio el foco está en los que se quedan. Hace unas semanas se estrenó un delicioso film trágico llamado Loreak centrado en el futuro de tres mujeres tras la muerte inesperada de un hombre: la madre, la mujer y la amante. Este viernes 21 se estrena Still life (traducida como Nunca es demasiado tarde).
Still life es un pequeño cuento negro, que como buen ejemplo de su género es bastante luminoso. Su protagonista (un genial Eddie Marsan) es un empleado público inglés encargado de dar sepultura a aquellos que mueren sin conocerse el paradero de sus parientes, amigos o conocidos más allegados. Con tremenda dulzura y dedicación ejerce su profesión de buscar a esos parientes que han olvidado o renegado de sus vivos para despedir a los muertos con mayor dignidad.
La película se mueve entre la vida y la muerte, esa fina muerte de la que tan poco sabemos. Por eso quizá su director Umberto Passolini opta por un personaje plegado a los muertos. ¿Es así por su profesión o su profesión le hizo a sí? ¿Es el suyo un matrimonio entre un vivo y sus muertos? La historia da luz sobre cómo esta sociedad en grandes ocasiones se olvida de aquellos muertos que en vida no fueron ejemplo de nada. Porque como dice un personaje en la película los entierros son para que los vivos recuerden a sus muertos. En fin, la eterna pregunta ¿Existe el ruido de un árbol que cae al suelo a kilómetros de distancia de cualquier oído que lo escuche? ¿Deja de existir alguien si se le olvida?
@ehalvaro