Revista Cultura y Ocio

El mejor concierto de…Víctor

Publicado el 27 diciembre 2013 por Isabelval @cabezadeisa

partiturabach

por Víctor MGM.

Los que me conocen sabrán que uno de mis hobbies es interpretar música. Los que no me conocen también lo podéis saber, porque Isa os lo chivó en mi presentación. Con la primera oración, pues, no he dicho nada que sea falso pero tampoco he aportado información que fuera crucial, ¿no? La cosa es que quería seguir con la tradición de empezar las entradas con la misma fórmula.

Para el intérprete (lo afirmo sólo en el caso del intérprete aficionado, pese a que no creo que sea demasiado diferente en el caso del profesional), hay un tipo de música que concibe de forma clara y distinta al resto de la música: la mundialmente denominada talahetocao. En el caso de ser el instrumento la voz, el témino correcto es talahecantao. Ya se sabe: los cantantes viven en un universo diferente al resto de intérpretes.

El género se denomina así porque lo primero que se dice al oír una canción que pertenezca a éste es “¡Anda! ¡Es talahetocao!”, como el que dice “¡Anda! ¡Es rock!” o “¡Anda! Es metalcore con influencias de trash pero del old-school, ¿eh?”. Bueno, vamos a centrarnos un poco.

Todo esto, ¿qué tiene que ver con los conciertos, Víctor? Pues que al ser un género tan claro y distinto para el intérprete, también en el concierto lo vive con algo de esa diferenciación cartesiana. Las piezas que pertenecen con más propiedad a este género son aquellas que más se ha trabajado uno. De esta forma, conoces sus pasajes más difíciles, las notas más transparentes en cuanto a afinación, la frase que más cuesta tocar sin que suene robótica o esa pequeña intervención en que es imposible no motivarse en demasía pero que al tocarla de forma más plana y estática te vuelve loco.

También se puede llegar a comprender tanto una pieza sin haberla tocado, pero creo que no llega a ser lo mismo. Los puntos clave son que tu cuerpo recuerda muscularmente aquella pieza y que las sensaciones que crea tocarla son para ti muy familiares.

RIAS Kammerchor2

Para ser sinceros, a veces el intérprete que escucha piezas que ha tocado lo hace de una forma crítica. “Jujuju una nota falsa”. “Ah, sabía que no haría ese crescendo de forma progresiva”. Y algunas más duras que no desvelaré así en frío. A veces lo hacemos, sí. No digo que esté orgulloso, pero pasa. Ahora bien, el resto de veces, lo que uno hace es un viaje astral a ese yo que estaba tocando o cantando la pieza. Y goza a través del placer de tocar del intérprete actual que tiene delante.

Es algo genial, sobre todo en el caso de ser un intérprete aficionado y tener delante a uno profesional. En este caso, hacer entrar tu gozo en el suyo es como llevar diez horas en un autobús maldurmiendo, llegar a casa y estirajarte y rodar en tu preciada cama. O como estar en un bar donde hay mucho ruido y sentir el silencio cuando se cierra la puerta tras de ti, que te encaminas a casa.

Y pasado el preámbulo, podemos ir a lo que toca. Como reza el título: mi mejor concierto del 2013. He elegido el concierto que ofreció el RIAS Kammerchor bajo la dirección de Hans-Christoph Rademann en el Palau de la Música Catalana el día 11 de marzo. Aquí tenéis la información. A ojo de mal cubero y midiendo en minutaje, algo menos de la mitad de los motetes de Bach que interpretaron los había cantado anterior y recientemente. Eso me permitió, como he explicado arriba, y dado que los del RIAS Kammerchor son unos fuera de serie, meter mi gozo en el suyo.

RIAS Kammerchor1

Estos motetes son piezas técnicamente muy complejas y que requieren un conocimiento y trabajo muy profundo para separarse de las semicorcheas, levantar la vista de la partitura y cantar comprendiendo lo que se debe hacer para que sea música y no mecanismos. Y ver cómo lo lograban con la naturalidad propia de quien habla con su primo… Bueno, con esa naturalidad, pero seguimos hablando de cantar Bach. Fue algo gigante. Estar en el campo y ver el cielo y las estrellas; sentirse pequeño pero a la vez que tus labios diciendo la letra te recuerden que tú también eres el principito de tu pequeño planeta.

Algo así. Y al salir, todos cantando. Como niños con la chaqueta colgada de la cabeza por la capucha y correteando a la salida del cine después de ver una película de superhéroes.

Os dejo unos fragmentos de los motetes:

Jesu, meine Freude, BWV 227:

Aunque el que más disfruté cantando es Komm, Jesu, Komm, BWV 229, quizá porque es de los más asequibles técnicamente (o eso parece). Y sí, tengo los motetes de fondo y voy canturreando. ¡Qué se le va a hacer!

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