La sabiduría popular siempre ha asociado las empresas exitosas con los productos o servicios que, literalmente, los clientes "se los quitan de las manos" a los que los ofrecen.
Es decir, el mejor marketing es el que se basa en una propuesta de productos o servicios totalmente útiles para lo que los consumidores buscan, cubriendo necesidades hasta ese momento no cubiertas en cuanto al trinomio:
Ese trinomio ha de ser claramente diferencial respecto a la competencia para todo el mercado o al menos para un segmento concreto del mismo.
Y entonces el producto se venderá solo.
A veces hay emprendedores y empresarios que se olvidan de estas ideas tan simples.
Son productos que, literalmente: NO TIENEN COMPETENCIA. Y los clientes "matan" por tenerlos.
Y tampoco has de preocuparte mucho de darlos a conocer, porque son tus propios clientes, en el esencial BOCA-OREJA de toda la vida (no me gusta cuando se habla, erroneamente en mi opinión, del boca-boca, que es un ejercicio de recuperación).
El Boca-Oreja es bueno, bonito y barato. Otra expresión para la historia, que no enseñan en las escuelas de negocio...
Los efectos del Boca-Oreja son multiplicadores. Virales diríamos ahora que, por desgracia, sabemos tanto de virus.
El trabajo del empresario es, hacer productos o proporcionar servicios buenos, bonitos y baratos. Es decir: funcionalidad, calidad y buen precio en relación con los beneficios (físicos y/o mentales) que aporta al comprador.
Para conseguirlo solo hay un secreto: escuchar al cliente, escuchar al mercado, conocer a la competencia, saber qué hacen bien y qué hacen mal, entender qué es lo que quiere el cliente y ponerlo en relación con lo que compra. ¿Compra lo que realmente quiere, o lo hace porque no encuentra otra cosa?
Los empresarios han de conseguir clientes que sean verdaderos fans de sus productos. Personas contagiadas de su virus, que no paren de propagarlo de forma natural (como hace un virus). Sin que haya que compensarlos por ello, sin que haya que recordárselo.