

En ocasiones habían grandes partidas que duraban lo suficiente, como para llegar a la otra punta de Barcelona (!?), a casi una hora de distancia en Metro y todavía no haberla terminado de analizar, pero cuando llegaba el momento de bajarse en la parada de turno, la manera en que interrumpía la partida era casi inmediata (!). Cerraba inmediatamente el “tablerito” y en cuestión de segundos lo metía junto al libro en mi pequeña mochila y sobre la marcha me incorporaba para bajarme en el sitio previsto sin ningún tipo de problemas (!?).Luego, en cualquier momento, podía volver de nuevo sobre aquella partida, cuando quisiera y como quisiera, pues las piezas habían quedado situadas sobre el tablerito (!?). Pasaron los años y pude comprobar que estaba en lo cierto cuando el GM José Luis Fernández García, a petición mía, me trajo de la Olimpiada de Novi Sad de 1990 otro “tablerito”, aquel de procedencia soviética (!?), que era un calco del que yo ya tenía!.Ambos “tableritos” aún hoy los conservo, pero ya están obviamente gastados por el paso del tiempo y sobre todo por el largo e intenso uso que han tenido!. Las computadoras apenas valen para cubrir mis propósitos a la hora de reproducir una buena partida de ajedrez. Siempre me han resultado incómodas para ello las bases de datos como por ejemplo, Chessbase o Chess Assistant. Eso de estar mirando mucho tiempo la pantalla no me gusta demasiado. Mejor, el método convencional de mover piezas a la antigua usanza!. Y me dirán, pues bueno, tuvo que haber llegado el momento de comprarte otro.Pues no. ¡Desgraciadamente no hubo nunca otro momento!. Mejor, me explico.Por mis manos, desde 1996 hasta hoy, pasaron por lo menos veinte “tableritos” de todos los modelos, menos de aquel, que no existía trístemente ya en el mercado. Parece que todo era una premonición de lo que “socialmente” se había producido en Europa. La caída del muro comunista y la desaparición de la U.R.S.S. provocó también, lamentablemente, la pérdida de la carterita/ “tablerito”.Con la llegada de Internet, el que les escribe, tuvo la “santa” paciencia de buscar el “tablerito” en todos los portales y tiendas de ajedrez “online” habidas y por haber de todo el mundo. ¡Y no hubo forma!.Habían algunos parecidos, pero cuando llegaban a mi, de sitios tan lejanos como Seatle, París o Nueva York, la decepción con ellos era absoluta. Todos aquellos tableros de bolsillo no duraron en mis manos apenas nada. Terminaron siendo regalos para mis sobrinos, amigos, o incluso personas que comenzaban a interesarse en el juego-ciencia. No valían absolutamente nada. Pasaba de todo con ellos: Tableritos endebles con visagras que se rompían fácilmente; piezas demasiado pegadas encima del tablero con imanes potentes que no se dejaban arrastrar adecuadamente; piezas horriblemente diseñadas que hacían difícil distinguirlas unas de otras; imposibilidad de meter dentro del tablero las piezas capturadas y un largo etc., que me hacía pensar sobre el poco conocimiento de causa de sus fabricantes, que supongo que querían hacer dinero fácil con su producto, pero que seguro que “obviamente” no lo hacían… . Me recordaba a la lucha “sindicalista” de Bobby Fischer para mejorar en general las condiciones de los torneos. Spassky, con el tiempo, llegaría a declarar que todas las cuestiones organizativas, incluida la elección de los tableros de juego, los dejaba de la mano del gran Bobby!.





