Como sabéis, lo que produce el color de los objetos no es más que la parte del espectro lumínico que no es capaz de absorber y por tanto refleja. Por tanto, es bastante lógico que a su vez ese color (tono y luminosidad) dependa de la fuente de luz que incide sobre el objeto, y así es. Nunca veremos del mismo color una manzana iluminada con la luz del sol a las 12 del mediodía que por una vela o una bombilla de tungsteno, por ejemplo. A esto se le llama inconstancia de color.
Digamos que cada objeto tiene una reflectancia espectral y que, en función de la fuente de luz que incida en él, devolverá reflejada la parte de toda esa luz aplicada que no es capaz de absorber. Por esto, los objetos capaces de absorber prácticamente la totalidad del espectro los vemos negros y, por el contrario, aquellos que no absorben ningún color se muestran blancos a nuestros ojos.
Hay varios tipo de metamerismo, aunque el más famoso es el primero, que va al hilo continuando con lo que estamos hablando de esa relación entre fuente de luz y el color pero vamos a verlo.
Metamerismo de iluminancia
Como os digo, éste es el tipo de metamerismo que todo el mundo entiende cuando hablamos de esta palabra, y se produce cuando observamos dos objetos que aún teniendo un espectro de reflexión diferente aparecen del mismo color cuando los vemos con una luz determinada, sin embargo no coinciden cuando la luz es otra diferente.
Es decir, que bajo unas condiciones lumínicas concretas se ven exactamente del mismo color, pero en cambio con otra fuente de luz vemos que son diferentes (incluso pueden llegar a ser realmente muy diferentes).
Esto es el ejemplo que os ponía de combinar ropa, ya que con la iluminación de la tienda puede que veamos dos prendas de un color igual o prácticamente igual y, en cambio, cuando las vemos a la luz natural o bajo una iluminación con bombillas “luz día” ser claramente de colores mucho más diferenciados.
Un consejo para lugares con luces tenues y de un espectro muy pequeño: llevad con vosotros una pequeña fuente de luz – preferentemente neutra o luz día – y utilizadla para iluminar con ella los objetos en cuestión, de modo que podréis saber de una manera un poco más fiable si los colores son iguales o al menos bastante similares. Puede ser una práctica y versátil linterna, un flash estroboscópico que suelte ráfagas con el botón de prueba o incluso vuestro teléfono móvil mediante su pantalla en blanco (hay aplicaciones para controlar esto) o su flash LED.
Metamerismo geométrico
Este otro tipo de metamerismo es parecido, pero en lugar de ocurrir debido a la fuente de luz lo hace debido al ángulo de visión, es decir que dos objetos podrán percibirse iguales si se observan en un determinado ángulo de visión pero no cuando lo variamos.
Lógicamente, este fenómeno sólo es posible en objetos y materiales cuyo espectro de reflectancia es dependiente del ángulo de visión, ya que de otro modo no habría variación en este sentido y sólo podrían darse los otros tipos de metamerismo.
Por supuesto, también nos podemos encontrar en la práctica con una combinación de metamerismo geométrico y de iluminancia.
Metamerismo de observador
Por supuesto, la interpretación que hace nuestro cerebro de lo que vemos también nos puede jugar malas pasadas (y por eso en fotografía utilizamos la colorimetría), pero además de eso entre individuos también puede haber ciertas diferencias físicas (número de conos y bastones en nuestras retinas) que ocasione que dos individuos distintos, aún bajo las mismas condiciones lumínicas, perciban de manera distinta los colores e incluso uno de ellos sea capaz de ver los objetos metaméricos como diferentes y el otro no pueda distinguirlos.
Esto además suele generar pequeños debates cuando se da el caso y asombro mutuo entre los observadores, así que la próxima vez que os veáis envueltos en una discusión de este tipo y queráis zanjarla os recomiendo que expliquéis este tipo de metamerismo a vuestros interlocutores, seguro que no lo sabían y comprenden por qué cada uno lo ve diferente.
Metamerismo de campo
Este último tipo también se refiere a cuestiones biológicas del observador, pero no a las diferencias entre individuos sino a las limitaciones de la visión humana.
El metamerismo de campo ocurre debido a que la distribución de las células fotosensibles (conos y bastones) también varía en función de su posición dentro de la retina – esto está relacionado con la visión periférica y las condiciones lumínicas del planeta, herencia de la evolución como cazadores y supervivientes -, por lo cual dependiendo del tamaño y la proximidad de un objeto éste será captado en una zona de la retina que puede ser mayor o menor, en una zona más central o más extrema, interviniendo en su captación diferentes proporciones de conos y bastones.
¿Que provoca esto? Que haya longitudes de onda de un mismo objeto que percibimos o no en función de su tamaño y de su cercanía. Así, puede ocurrir metamerismo derivado de esta condición del ojo humano y percibir, por ejemplo, dos objetos como si fuesen del mismo color a una distancia y tamaño determinados mientras que a otra distancia – o en otros tamaños – sí somos capaces de distinguirlos como colores diferentes.
El metamerismo en fotografía
Y por último, como siempre que se habla de metamerismo, no confundamos este fenómeno con la mencionada constancia (o inconstancia) de color. Es simplemente un tema de corrección en la nomenclatura, pero tened en cuenta que el primero se refiere siempre a la confusión de dos objetos entre sí, mientras que el segundo se refiere a las propiedades de un único objeto.
Dos colores, o mejor dicho dos objetos o muestras, se consideran metaméricos cuando son susceptibles de provocar algún tipo de metamerismo. Lo que tratamos de conseguir en fotografía y especialmente en la digital – salvo en casos creativos claro está – es de dar los pasos necesarios para que nuestra imagen final (ya sea en copia física o en digital) se corresponda metaméricamente con la escena original y bajo su luz existente o deseada.
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