Revista Educación

El método ‘Siempre Palante’, pero con conciencia de clase

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Nos falta conciencia de clase, esa que se construye de unas condiciones sociales comunes, de un esfuerzo similar, de nacer en familias trabajadoras y continuar sudando la gota gorda para conseguir los estudios que soñaban los padres y el trabajo que permita llegar a fin de mes y conciliar. Lo hemos perdido. Nos han hecho creer que por acceder a redes sociales, por pagar una suscripción a plataformas digitales y disfrutar de películas y series sobre gentes de clase alta somo iguales. Y el camino a la justicia social está todavía desbrozando las malas hierbas, que crecen al momento, e intentando nivelar el terreno. La sociedad del consumo ha conseguido hacer creer a la fuerza trabajadora que se le han abierto las puertas hacia el ático, que diría Javier Ruiz en su libro Edificio España, pero la realidad es que esos ascensores sólo están disponibles para unos pocos, una cifra tan ínfima, tan tocada por una idea gloriosa y una suerte inmensa que no merece la pena ni nombrarla.

Pongamos por ejemplo a esos estudiantes que han conseguido el sueño de sus padres, llegar a los estudios superiores. Si son de clase trabajadora se encontrarán con un muro al saltar al mundo laboral, porque no tendrán nada fácil montar un despacho o una consulta y es bastante probable que terminen como asalariados con un sueldo que apenas supera el salario mínimo interprofesional. En cambio, los herederos de una clase social que sí tiene más conciencia de sí misma encontrarán facilidades para perpetuar su condición de miembros del club selecto, porque se les abrirán las puertas del préstamo económico familiar o bancario, bien cuidadas y sin óxido. Así que necesitamos conciencia de clase, esa que reúne a todos los trabajadores y los saca a la calle para exigir sus derechos, que los une en el apoyo a las compañeras y compañeros que han sufrido injusticias, que señala que hay emigrantes que se desloman y son tratados como animales. Necesitamos darnos cuenta de una vez, que si la clase trabajadora no se defiende, nadie lo hará por ella. Porque aquellos que reclaman los votos cada cuatro años, en su mayoría, una vez que gestionan se cuidan muy mucho de no tocar según qué privilegios. Creámonos, de una vez, lo que sí somos, trabajadores que, como canta Carlos Cano en La murga de los currelantes, saben mucho de ese método llamado Siempre Palante, pero que no dejan por ello de criticar el caciquismo y la desigualdad. La actuación que aquí les comparto es de 1991, en un programa de Televisión Española, la pública. Más de treinta años después, asusta darse cuenta de que la letra de la canción sigue vigente y preguntarse si hoy echamos de menos la presencia de la música y la crítica en nuestros canales públicos.


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