(publicado en 14ymedio.com el 15 de noviembre)
Un aire más inclusivo puede respirarse en los pasillos de Artes Escénicas del Ministerio de Cultura. O al menos eso pensé cuando me dijeron que un texto escrito por mí a propósito de Departures, la obra de la compañía El Ciervo Encantado que se encontraba en el catálogo del Festival de Teatro de La Habana de este año. Pero luego del optimismo inicial, la lógica de cómo se producen los acontecimientos en regímenes autoritarios me hizo dudar.
¿Fue un accidente o consecuencia del desconocimiento, la equivocación o la intención por parte de tres funcionarios relacionados con el catálago? En cualquier caso hubo una respuesta institucional: todos ellos han sido apartados de sus cargos.
Mi texto, como bien se ha dicho en la nota que anuncia el castigo, no es conflictivo. Entonces eso no es lo problemático. Tampoco debe ser la firma porque, para decirlo al modo de mi querido Manuel Díaz Martínez, soy una persona poco importante. Importante es Departures, que retuerce las fibras rotas de un país que durante muchísimos años convirtió esas partidas físicas en rupturas emocionales que se pretendieron definitivas.
La obra se exhibió antes y durante el Festival de Teatro, así que tampoco es por la obra. La falta, delito, transgresión o como sea que se le llame de los sancionados, ha sido tomar el texto de 14ymedio, un diario digital que para las autoridades no existe, inaccesible desde los servidores del monopolio estatal de telecomunicaciones. El hecho podrá parecer ridículo y hasta falso para cualquiera que no conozca los mecanismos de la censura en Cuba.
A propósito de ésta, apenas hace una semana estuve en la presentación en Miami de la antología El compañero que me atiende, una compilación realizada por Enrique del Risco, literaria y siempre política, de casi sesenta escritores sobre su experiencia con la censura y el Gran Hermano, la Seguridad del Estado. Sesenta escritores no son pocos para esta islita, pero a la vez sus textos se quedan cortos por la cantidad de testimonios que no aparecen porque los protagonistas optaron por el silencio saludable del olvido voluntario, o porque desconocían la existencia de este proyecto. Los eventos de Artes Escénicas no hacen más que actualizar los relatos del libro, para nada en clave de pasado. No he podido evitar la analogía.
Sinceramente, lamento que el sesgo excluyente mantenido en los asuntos culturales haya impactado en la carrera profesional y en la vida de los tres funcionarios involucrados. Es una señal inequívoca para muchos de esos que declaran que la política no les interesa, a los que invito a fijarse en los hechos que han llevado hasta esta medida “administrativa”.
Pasado el estupor inicial, los tres funcionarios podrán mirar con nueva óptica informaciones y acontecimientos en derredor que antes no veían (o no querían ver, todo sea dicho). Según se dice, es una capacidad que muchos despliegan solo luego de ser tronados.
Sin ponerme socrática, el conocimiento es un buen camino para la libertad individual.