Revista Sociedad

El miedo de los tiranos

Publicado el 03 junio 2014 por Albilores @Otracorriente

Cospedal

Es propio de los mayores delincuentes cínicos, sin principios y sin vergüenza, del mundo de la política y los poderes oligárquicos, demostrar su miedo a recibir su merecido castigo acusando, señalando, criticando e insultando a todos aquellos que les descubren sus vergüenzas y delatan sus crímenes y felonías. Cuando un ser despreciable no tiene escrúpulos y vive instalado en el continuo quebranto de la ley y el menosprecio de la gente, en la manipulación y con el único objetivo de llenarse los bolsillos de dinero procedente de los más sucios asuntos, si alguien osa señalarle con el dedo, evidenciar y denunciar sus despreciables prácticas, su reacción inmediata será, en un ejercicio de obstinación, lleno de odio y aversión hacia quien los señala, amenazar, insultar, levantar falsas acusaciones o inventarse cualquier cosa, si es necesario aportando todo tipo de falsedades con tal de que la gente se olvide de que el señalado, el corrupto, el delincuente, el mentiroso y el inmoral es él, para que todo esto, cuanto más mejor, recaiga sobre quien o quienes han tenido la entereza moral y la valentía de de destapar sus malas artes.

La reacción de estos seres infrahumanos es motivada por su miedo y su desprecio hacia toda persona, organización, frente, asociación, etc., que luche contra las malas prácticas gubernamentales, económicas, legislativas, etc., porque en el fondo sienten amenazada su posición de poder y temen perder sus privilegios, cuya consecución se produce generalmente de un modo ilícito, cambiado o creando leyes con el objetivo de beneficiar sus intereses, pero que al mismo tiempo perjudican a los de los ciudadanos como un daño colateral asumible por parte de estos privilegiados sin ningún tipo de remordimiento.

Hace una semana más o menos se celebraron las elecciones al parlamento europeo y, a pesar de que las encuestas preelectorales, de las que tanto se fían los analistas políticos, ya habían repartido los escaños de un modo bastante similar a otras ocasiones, los resultados fueron sorprendentes y esperanzadores debido a la irrupción en el panorama político de un movimiento que surge de los ciudadanos, que es transparente, que habla claro y que defiende la democracia por encima de los mercados, asestando un golpe al estamento político tradicional, metiéndoles el miedo en el cuerpo –ven amenazados sus palacios de cristal construidos con las miserias de los más desfavorecidos- y provocando las reacciones de las que hemos hablado al principio de este artículo. Pablo Iglesias y su formación, Podemos, han sido acusados en una semana de ser ultraizquierdistas e identificados con y financiados por los regímenes comunistas pseudo dictatoriales de algunos países latinoamericanos (sean o no estos regímenes dictatoriales), de ser ultraderechistas como el partido francés de Lepen, lo cual ya es un mérito enorme de Podemos, estar a la extrema izquierda y a la extrema derecha al mismo tiempo. Además, cómo no, esto ya es un clásico, miembros de la prensa y de las televisiones afines a la oligarquía político financiera –y también con mucho miedo en el cuerpo, ya que muerto el amo, ¿qué hacemos con el perro?- les han acusado de defender y simpatizar con ETA, ¡qué digo!, Pablo Iglesias y Podemos son ETA ya directamente para éstos que se hacen llamar periodistas sin que ninguno se haya molestado en averiguar lo que significa ser periodista.

Fuera ya de lo despreciables, rastreros, mentirosos, cobardes y soberbios que han demostrado ser algunos políticos y los medios afines a ellos, hemos comprobado dos cosas: por un lado la falta de respeto hacia la decisión de los ciudadanos en las urnas –lo que nos hace pensar que no van a estar dispuestos a aceptar tan fácil lo que los ciudadanos decidamos libremente; y, por otra parte, que cuando la gente vota con la cabeza, dejando a un lado sectarismos infantiles, estos tiranos tienen miedo a los ciudadanos, lo que nos demuestra que, a ver si nos convencemos de una vez, se puede acabar con esta pesadilla a la que nos llevan sometiendo ya desde hace demasiado tiempo de una forma: con democracia.


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