El miso es una pasta fermentada procedente de China y con más de 2500 años de tradición que nació en una sociedad para la que la comida era considerada medicina. A pesar de su origen oriental, actualmente el miso es consumido a nivel mundial. Es un condimento barato y que favorece la digestión de alimentos. Un cuenco de sopa de miso por la mañana estimula nuestro cuerpo para afrontar el día a día con fortaleza. Pero, además, guarda muchas otras sorpresas.
Comida ancestral
La fermentación bacteriana del miso es pura alquimia, muy similar al proceso que se da en nuestro intestino y que convierte los alimentos en sangre gracias a millones de microorganismos y a la acción del calor solar, que convierte los granos de soja y la sal añadida en brotes verdes.
Como comida, el miso puede ser considerado el ingrediente ideal para añadir a sopas, ensaladas, salsas… En muchas ocasiones es utilizado con la misma frecuencia que la sal es utilizada en occidente (posee una alta concentración de sal). Al mismo tiempo, el miso es una rica fuente de proteínas de alta calidad, así como otros nutrientes.
Las propiedades del miso
Excelente fuente de enzimas digestivas, bacterias, aminoácidos esenciales, vitaminas (incluyendo la vitamina B12), proteínas de fácil asimilación (el doble que la carne y hasta 11 veces más que la leche) y minerales, el miso es bajo en calorías y grasas. Reduce el colesterol, neutraliza los efectos del humo y la polución ambiental, y alcaliniza la sangre previniendo contaminación por radiación.
El Miso pertenece a la más alta clase de medicina: aquella que previene las enfermedades y fortalece el cuerpo a través de un consumo prolongado.
Ha sido utilizado para tratar ciertos tipos de enfermedades cardíacas y cáncer. También pueden notarse sus efectos en casos de envenenamiento por tabaco y heridas físicas. Los innumerables beneficios de su consumo diario han sido estudiados en la Japan’s Tohoku University, donde se llegó a descubrir que neutraliza los efectos de algunos agentes cancerígenos. Y es que todos somos expuestos inevitablemente a agentes cancerosos en nuestra comida y entorno, así como a radiación derivada de líneas y estaciones eléctricas, transformadores, aparatos electrónicos…
Miso y el envenenamiento por radiación
Las personas que consumen miso regularmente son hasta 5 veces más resitentes a la radiación que los que no lo hacen. Esta es la conclusión de un equipo de investigadores del Hiroshima University Medical Center. Descubrieron que varias horas después de haber sido expuestas a radiación, y comparadas con el grupo de control, las ratas alimentadas con miso habían disminuido un 50% sus niveles de iodina-131 en sangre.
En otro experimento, las ratas recibieron una dosis letal de radiación. Más del 80% murieron transcurrida una semana, pero el grupo alimentado con miso mostraba menor inflamación de los órganos (efecto secundario natural de la radiación en el cuerpo).
Asimismo, en Agosto de 1.945, en el momento de la explosión atómica, dos hospitales estaban en la máxima zona de exposición, a menos de 2 km del epicentro en Nagasaki. Los científicos norteamericanos declararon la zona inhabitable para los próximos 75 años. Uno de ellos, el University Hospital, vio como 3.000 pacientes sufrieron de leucemia y desfiguraciones. Este hospital sirvió como alimento azúcar, arroz y productos derivados de la harina.
El otro hospital era el St. Francis Hospital, bajo la tutela del doctor Shinichiro Akizuki. A pesar de hallarse incluso más cerca del epicentro que el otro hospital, ninguno de los trabajadores o pacientes sufrieron ninguna consecuencia. El doctor Akizuki había estado alimentando a sus pacientes y a sus trabajadores con arroz integral, sopa de miso y vegetales cada día. La Iglesia Católica Romana (y los residentes de Nagasaki) creyeron que esto era un milagro. Mientras tanto, el doctor Akizuki y sus compañeros desoyeron las indicaciones americanas y continuaron visitando pacientes en Nagasaki.
- Fuente: Macrobiotic.org, adaptación y traducción de Create&Share