La vida militar en ningún país del mundo es una carrera sencilla, requiere de vocación, voluntad, pasión, fuerza, inteligencia y un toque de locura.
Este tipo de vida me generaba una profunda curiosidad desde hace muchos años, sobre todo cuando en la carrera de psicología escuche sobre el experimento de Milgram sobre «El peligro de la obediencia a la autoridad» el cual nace de la excusa de Adolf Eichmann coronel nazi, uno de los principales actores durante la Segunda Guerra Mundial, del holocausto judío y llevado a juicio por sus crímenes de guerra, cuya defensa y de otros militares alemanes, fue que ellos sencillamente se remitían a cumplir y seguir órdenes, por lo cual realmente no eran culpables de dichos hechos.
Esto desplegó en el psicólogo norteamericano de la Universidad de Yale una serie de preguntas como por ejemplo ¿Puede cualquier ser humano cometer los más atroces crímenes contra la humanidad solo por obediencia a la autoridad? que posteriormente lo conducirían a uno de los experimentos más conocidos dentro de tan hermosa carrera. En el año de 1961 realizo una serie de experimentos con la finalidad de medir la disposición de las personas para obedecer órdenes de una autoridad, incluso si estas ocasionan un conflicto con su sistema de valores y/o conciencia.
Esto me condujo a querer estudiar y profundizar más en el tipo de vida que llevan aquellos profesionales del área militar, así como comprender el pensamiento oculto que los motiva actuar como lo hacen, fue mas que evidente que ciertamente no es una carrera sencilla y requiere de mucha más fortaleza mental de la que muchos piensan, no solo por las exigencias institucionales o la presión social a la que diariamente se enfrentan, sino además a la fuerte incertidumbre del mañana.
Pero fue solo hasta convivir de cerca con este estilo de vida que algo que capturo sin lugar a dudas mi atención y es que la mayoría de estos profesionales no le temen a la muerte pero si a algo que les parece mucho más complejo y conflictivo, el amor, muchos consideran que los militares son «perros» «infieles sin remedio» entre muchos otros, pero son pocas las personas que logran apreciar lo complicado que resulta para ellos plantearse una relación seria tradicional, con la constante incertidumbre de si al día siguiente los cambiaran de lugar de trabajo y tendrán que dejar todo atrás.
Muchas veces es esto lo que los impulsa a vivir el día a día sin miedo a nada, solo en la búsqueda de aquello que los hace felices en el momento o les produce placer o satisfacción, si bien es muy cierto que cuando te gusta o interesa una persona, uno hace hasta lo imposible por estar con ella, incluso tratar de compartir o verla así sea un más breve y simple instante, también es importante destacar que ese estilo de vida te obliga a mantener los pies en la tierra lo más posible y no es nada grato el tener que decidir entre la persona que quieres (que posiblemente no sera la única persona que llegues a querer en toda tu vida) la tu carrera profesional que más allá de si te gusta o no, a requerido de mucho trabajo, esfuerzo y dedicación como para botarlo todo a la basura.
Y eso solo por pensar en lo complejo de mantener una relación seria y estable, ni hablar sobre la intención o deseo de formar una familia, sin llegar al punto de convertirse en un padre o madre ausente, por no decir prácticamente inexistente, considerando lo rico y fundamental que es el tiempo que se le dedica a la familia.
Por ello es bastante lógico que la muerte ante ellos parezca un paseo divertido que le pone fin a todos sus problemas y el amor como el peor campo de batalla disponible, de alta exigencia y nivel de riesgos, donde enamorarse puede convertirse en una misión suicida.