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Fritz Lang siempre consideró esta película uno de sus títulos menores quizás porque la hizo de encargo para la Paramount, que le obligó a seguir al pie de la letra un guión de Seaton L. Miller basado en la novela de Graham Greene con el que no estaba plenamente de acuerdo. Trata sobre un tipo que al salir de un sanatorio mental, en el que ha estado dos años tras las muerte de su esposa, se ve envuelto en una turbia trama de espionaje. Aunque, en efecto, no es una película redonda (como ejemplo puedo decir que la historia romántica no me molesta viéndola pero no me cuadra), la ambientación de Lang con el blanco y negro siempre es muy poderosa visualmente, además juega con los temores del protagonista y flirtea con un cierto tono onírico logrando un intenso clima de suspense que recuerda mucho al cine de Hitchcock y que mantiene tu interés durante todo el metraje. Se puede hacer, lógicamente, el ejercicio de buscarle las pegas, que las tiene aquí y allá, pero a pesar de sus defectos se ve con satisfacción y supone una buena experiencia de cine negro.