Hansom Cab es el nombre que recibía un tipo de carruaje- siendo Hansom el apellido de su diseñador original y Cab, la abreviatura de Cabriolet- que en España se vino en denominar coche de punto. Las características de este medio de transporte- de dos ruedas, para dos pasajeros, tirado por un único caballo y con el conductor colocado atrás y en un nivel un poco superior al carruaje para llevar las riendas por encima del mismo- le pareció a Fergusson Wright Hume, en uno de sus desplazamientos por las calles de Melborune, un lugar propicio para cometer un asesinato, literariamente hablando. El misterio del carruaje (The Mystery of the Hansom Cab en el original) empezaba a pegueñarse. Por otra parte, su conocimeienro de los bajos fondos de la ciudad australiana, con frecuentes visitas a Little Bourke Street para documentarse, y la abundante lectura de las novelas de misterio de la época- era Emile Gaboriau por entonces uno de los máximos exponentes- acabaron por impulsar la redacción de El misterio del carruaje, su primera novela.
La intención de Hume era que esta novela- creada según los dictados del gusto imperante por la novela de crímenes- fuese un paso que le visibilizase entre los managers teatrales de su entorno más cercano y le abriese las puertas de su objetivo de ser dramaturgo. Pero lo que pretendía fuese un paso hacia su meta se convirtió realmente en el paso que le alejó de ella. Si bien es verdad que logró inmediata popularidad y fama, a partir de la publicación y posterior éxito de El misterio del carruaje, los editores lo veían como novelista y esperaban de él obras al estilo de ese primer y exitoso intento. Hume hubo de resignarse a escribir novelas- unas 130 en total- hasta su muerte en 1932 , tan solo dos años después del que había sido su rival literario Conan Doyle. El teatro se le había escapado para siempre. Hume, sin embargo, nunca llegó a considerarse un novelista sino un "contador de historias".
Fergus Hume (1859-1932)
El misterio del carruaje se publicó, mejor dicho, se autopublicó en 1886. Su autor, ante las dificultades de encontrar incialmente un editor, decidió pagar de su propio bolsillo las 5.000 copias iniciales, que se venderían en apenas tres semanas y a las que siguieron nuevas ediciones. En los dos meses siguientes había vendido ya 20.000 copias. Todo un éxito que se extendió además a Inglaterra y Estados Unidos. Éxito que, por otro lado, le reportó al autor la exigua cantidad de 50 libras.El misterio del carruaje, que nos acerca en castellano la Editorial dÉpoca- como es habitual ya, en una preciosa edición ilustrada- sigue las pautas del género policíaco. Las pautas del género policíaco a finales del siglo XIX, evidentemente. Y es que pocos géneros literarios han evolucionado tanto desde sus orígenes como este. Recordemos que la ficción detectivesca evoluciona a partir de la novela sensacionalista y, en cierta medida, de la novela gótica. Contaba por tanto inicialmente el género con elementos melodramáticos que fueron desapareciendo. Inevitable, a esa evolución me refiero, pues ha cambiado el hecho criminal, la percepción del mismo y del propio criminal y las técnicas de investigación posteriores.
Comienza la novela con la aparición del cadáver de un hombre, de identidad desconocida, en un coche de punto. A partir de aquí se desarrollará la investigación del asesinato hasta el descubrimiento del culpable, investigación que mantiene al lector en suspense con la aparición de nuevos datos y personajes que llevan las pesquisas en una u otra dirección. La rica familia Frettbly, muy bien situada socialmente, verá su acomodada vida alterada por dicha investigación.
Cuenta la novela con muchos atractivos, más allá de la trama en sí, que la hacen muy interesante y recomendable. En primer lugar, la gran variedad de personajes que pululan por sus páginas. Entre estos personajes destacan las dos caseras, la señora Hableton y la señora Sampson, y Felix Rolleston, tratados con un sentido del humor e ironía muy de agradecer. Quizá, y es tan solo mi opinión, el éxito que Hume obtuvo con esta primera novela se habría consolidado y la fama de su autor trascendido en mayor medida si hubiese logrado crear en sus posteriores obras unos detectives con mayor entidad, preeminencia y fuerza- como, por ejemplo, los personajes antes mencionados- y, como se manifiesta y en esta primera novela, no fuesen Gorby y Kilsip meros secundarios que se pierden entre los demás personajes en el desarrollo de la historia.
Otro de los atractivos de la novela, además de la frecuente mención a autores, citas de sus obras o alusiones a diversos personajes literarios que enriquecen la narración y la dotan de mayor interés, radica en el contraste entre los dos ambiente bien diferenciados en los que unos y otros personajes se mueven. Por un lado, gozaremos el ambiente de los clubes, casas de veraneo, mansiones de los colonos enriquecidos, de la clase alta de Melbourne en un momento, recordemos, en el que la urbe gozaba de un gran esplendor y prosperidad. Por otro lado, nos adentraremos en las estrechas, oscuras y sucias callejuelas, y en las desvencijadas y nauseabuendos moradas de los degradados personajes que habitan en Little Bourke Street, los bajos fondos de Melbourne en donde la prostitución, el crimen y el vicio campan a sus anchas. Ambientes estos bien diferentes y alejados pero que se verán de algún modo vinculados a lo largo de la novela.
El misterio del carruaje es una novela que vale la pena revisitar y disfrutar. Trasladarse al Melbourne rico y floreciente de finales del siglo XIX, con su contraste de ambientes, el calor asfixiante, los secretos familiares, los misterioros coches de punto y la intriga de un asesinato por resolver será una muy grata experiencia.
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