El pasado invierno, una fuerte tormenta golpeó la localidad de Collooney, situada al NO de Irlanda y de algo más de mil habitantes.
Tan impetuosa debió de ser la tormenta que arrancó de cuajo un haya de unos 210 años de antigüedad. Entre sus raíces aparecieron restos humanos que captaron el interés de los arqueólogos.
"A medida que se desarrollaron las excavaciones quedó claro que se trataba de una situación inusual", explica la arqueóloga Marion Dowd en una nota de prensa.
"La parte superior del esqueleto salió despedida hacia arriba junto con las raíces, mientras que los huesos de la parte inferior de las piernas permanecieron intactos en el suelo. Al desplomarse el árbol, el esqueleto se quebró en dos partes", añade Dowd, de los Servicios Arqueológicos de Sligo-Leitrim.
¿Fue una maniobra del destino o una casualidad de la naturaleza? La cuestión es que los huesos quedaron a disposición de los arqueólogos.
Y los examinaron. El análisis de los huesos, a cargo de la osteoarqueóloga Linda Lynch, ha revelado que corresponden a un hombre de entre 17-20 años de edad. La datación por radiocarbono indica que el chico murió en el siglo XI-XII, entre el 1.030-1.200 d. C.
Su altura era de 1,78 m aproximadamente, por encima de la media de un individuo de la época medieval. "Una afección leve en la columna vertebral sugiere que realizó trabajos físicos desde una edad temprana", expresa el comunicado.
Fuente:
- "Un misterio muy arraigado".
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