MAREAS NOCTURNAS
Él le enviaba misivas por whatsapp —Museo lo sabe—.Como a Leandro, si al despuntar la húmeda nocheno recibía señales, el desconsuelo lo devoraba, si llegaban, el corazón se le encogíatemeroso de cruzar el bravo marde dudas que de ella lo separaba.Como si se hubiera entregado
a un paradójico poemaél mismo avivaba el fuego de los desvelosque como un seco madero su amor consumíareduciéndolo a cenizas.
Poco imaginaba ella cuando conoció al manceboque, como le pasó a Hero, las azucenasque de su boca florecían la empujarían a la ciega entregacompartiendo agitadas noches de pasión,solo sofocadas por las súbitas albas.Pero los mensajes que llegaban a su Smartphone la alertaron de la ventisca que amenazaba con helar aquel imberbe corazón.
Algunos poetas, con buena rima, cantaron que una gélida noche de inviernoun viento traicionero apagó el candil que Hero encendía como caprichoso señueloy que Leandro, en su último intentode desafiar a nado el oscuro ancho estrechodesapareció entre las furiosas olas.Dicen que la dama se lanzó al vacíodesde su inaccesible torre de cristal cuando, haciendo omiso caso a las profecías, la aurora le mostró al joven sin vida.
Ignoran, sin embargo, que aquella nocheella no prendió la vela, ni lo haría nunca más,para que el muchacho no pereciera ahogado en la osadía.
Hero y Leandro (Boceto a lápiz y acuarela)