Revista Política

El modelo de procesos de Markov para explicar el auge del independentismo

Publicado el 05 octubre 2012 por Trinitro @trinitro

En España (y Catalunya) el uso de modelos numéricos para explicar fenómenos sociológicos no es algo muy común. Seguramente es una de nuestras carencias investigadoras más serias y posiblemente sea uno de los motivos por el que nuestros “policy makers” son menos eficientes que en otras latitudes. Tirando de mi vena de sociólogo y utilizando un poco de mi vertiente científica, voy a intentar aplicar un modelo que se utiliza mucho en ciencias sociales en el mundo anglosajón, para encontrar patrones de voto y situaciones de equilibrio a largo plazo. Es el modelo de procesos de Markov. Este modelo es muy prolífico y se utiliza para describir situaciones de política internacional (la evolución de las democracias en los diversos países) hasta para descubrir que situaciones de equilibrio se alcanzan en los trasvases de votos.

Describiendo el modelo de Markov aplicado a las opciones en el eje “nacional” que asumen los ciudadanos

En este caso voy a intentar aplicarlo a la evolución de la respuesta que estamos dando los catalanes en las diversas encuestas sobre posicionamiento alrededor de que tipo de modelo de estado deseamos (si una autonomía como la actual, más autogobierno o un estado propio). Primero de todo para elaborar un modelo de este tipo tengo que definir tres posibles categorías o estados en los que una persona se puede definir. Tiraré de los 3 elementos que suelen identificarse en las encuestas de este tipo. Las tres categorías que crearé son:

- Defensores del Status Quo. Entre ellos incluyo todos los “centralistas” o personas que quieren que el estado recupere más competencias o los mal llamados “autonomistas” o personas que creen que la autonomía de Catalunya tal y como está en cada momento que se les pregunta ya es suficiente.

- Federalistas. Incluyo en ellos todos los autonomistas que creen que han de tener más competencias y que el autogobierno no es suficiente aún, y por supuesto, los que creen que un estado federal español es el encaje que necesita Catalunya.

- Soberanistas. En este caso incluyo personas que son independentistas o que creen que cualquier encaje con España pasa primero por una definición unilateral por parte de Catalunya de que estatus desea tener y que competencias desea compartir y luego plantearlo de forma unilateral. En esto hay también algunos federalistas que son soberanistas.

Por tanto, defino las categorías como “gente que no quiere más autogobierno o quiere incluso más centralismo”, “gente que quiere más autogobierno pero sin reclamar un estado propio” y “gente que reclama un estado propio o alguna forma de soberanismo y posicionamiento unilateral”.

Lo siguiente es considerar que los individuos tienen posturas dinámicas pero poco flexibles. Es difícil que un ciudadano cambie de opinión de forma muy inmediata y a corto plazo, pero sí que es posible que lo haga a medio y largo plazo. Además considero algunas hipótesis, no hay trasvase posible de forma directa entre independentistas y defensores del status quo. Ningún “unionista” de la noche a la mañana pasa a ser separatista sin antes reclamar más autogobierno, ni al revés.

Además voy a establecer unos porcentajes de cambio que intentaré justificar.

Si una persona es independentista, en un año existe un 90% de posibilidades que esa persona no cambie de opinión. La identidad nacional no es algo tan fácil de cambiar. Puede y propongo una tasa de cambio pequeña (el 10%) que pase a considerar el estado federal o una mayor forma de autogobierno como su postura ideológica si por ejemplo ve que hay avances en las diversas estrategias (como la famosa del “Peix al Cove” o los avances “federalistas” que se han ido consiguiendo), al ver que se avanzan en competencias, etc.. O el simple hecho de que la independencia es una utopía bastante lejana y busque una opción pragmática más inmediata. El hecho es que en el modelo hago que un ciudadano que es independentista en cada momento que se hace la pregunta (hago la hipótesis que se hace una encuesta, esta es representativa, es anualmente) tiene un 90% de posibilidades de seguir siendo independentista y un 10% de pasar a defender un federalismo.

Si una persona es federalista, también tendrá un fuerte sesgo a seguir siéndolo. Un 90% es también un porcentaje bastante inflexible. En cambio tiene un 5% de volverse independentistas (por ejemplo, descubre que la vía del “Peix al Cove” no es eficaz, o gobiernos de mayoría absoluta estatales bloquean intentos de avances en competencias y autogobierno, o simplemente las declaraciones de diversos presidentes de otras autonomías de caracter anticatalán le provoca una reacción emocional), o un 5% de volverse autonomista o centralista (en la contra, un gesto de algún independentista radical, o las declaraciones de algún dirigente nacionalista, o el simple hecho de considerar que ya se ha alcanzado suficiente autogobierno) hacen que cambie su opinión para defender el actual “status quo”.

Por último un “unionista” o defensor del status quo, tiene una cierta mayor flexibilidad de cambiar de opinión, en cierta manera sigue siendo inflexible (80%) pero tiene un 20% de comenzar a plantearse un mayor autogobierno. Esto intenta representar una cierta hegemonía cultural del catalanismo (para gente como Arcadi Espada esta es alcanzada por una maniobra del poder económico y social en Catalunya), y una tendencia a la desaparición del discurso lerrouxista que a inicios de los años 80 era bastante fuerte. Esto refleja cierta realidad, ya sea por arte malicioso como indica Espada, o por la simple evolución de los ciudadanos que ven que el origen “étnico” y cultural tiene menos importancia y hay cierta hegemonía alrededor del catalanismo. El hecho es que hasta el PP en Catalunya es de un tono catalanista, o como, avances como el Nou Estatut, o la política de inmersión lingüística enseguida son asumidas como propias por el cuerpo social de forma rápida y dinámica. Cualquier persona que lleve en Catalunya un cierto tiempo va viendo como su visión va evolucionando para entender algo más el “fet diferencial”, y por tanto se hace más propensa a asumir que una postura de más autogobierno. Por tanto creer que el trasvase entre defensores del status quo hacia federalista sea mayor que en las otras dos posturas es una hipótesis bastante razonable.

También he de definir una situación de partida, ¿cuántos independentistas y federalistas había al inicio de la democracia?. Es una respuesta que no puedo dar, pero la gracia de este modelo es que a largo plazo no es sensible a las condiciones iniciales y tiende al equilibrio. La gente seguirá cambiando de opinión (en este modelo de forma bastante inflexible) pero en general llegará un momento en que el porcentaje será algo estable, y de hecho refleja muy bien la tendencia de la década de los 90 e inicios del 2000, donde no se perciben cambios muy significativos (en general en las encuestas los independentistas, por ejemplo, raramente superaban el 25% y los “unionistas” que no quería más autogobierno rondaban el 15%). Pero igualmente partiré de una situación de partida hipotética, me imagino una Catalunya de 1980 donde un 15% es independentista, un 15% federalista y un 70% está contento con como están las cosas, el Estatut es bastante nuevo y esto de las autonomías está por desarrollar, por tanto hay campo por recorrer simplemente defendiendo el estado de la cuestión (dejo a un lado momentos álgidos como la LOFCA que seguramente provocó un auge del soberanismo aunque de carácter puntual).

Si aplicamos este modelo veremos como evoluciona, al principio la gran masa de unionistas se mantiene alta, aunque rápidamente hay un trasvase hacia personas que creen más en un catalanismo y más autogobierno, y ese trasvase de mayores defensores del autogobierno se transforma en un pequeño trasvase de independentistas. Incluso se observa que al principo los independentistas decaen (muchos asumen que más autogobierno es una solución más aceptable) pero que a largo se recuperan. Al final hay un cierto equilibrio, alrededor de un 57% de personas que desean más autogobierno pero no son soberanistas, un 27% de soberanistas y un 15% de personas que ya les parece bien lo que hay y no desean más autogobierno. Esto se parece mucho a la situación que se encontró Maragall cuando lanzó su propuesta de “Nou Estatut” y posiblemente el punto álgido del federalismo en Catalunya. De hecho se parece mucho a las encuestas de entonces que hablaban de esta situación.

Si vemos la gráfica que obtenemos al aplicar el modelo es bastante clara:

El modelo de procesos de Markov para explicar el auge del independentismo

Lo interesante de este modelo es la rapidez como se produce el cambio hacia el equilibrio, en poco más de 15 años se alcanza prácticamente la situación de equilibrio, partiendo de un porcentaje muy alto de defensores del status quo, y explica como el “catalanismo” (o el punto de encuentro de los defensores de más autogobierno y de los soberanistas) es hegemónico en los resultados electorales a partir de las segundas y terceras elecciones autonómicas, e incluso puede explicar la marginalidad del PP y del conjunto de propuestas “unionistas” en el marco electoral catalán.

¿Pero cómo explicamos el cambio de tendencia hacia un mayor soberanismo?

Un modelo de procesos de Markov tiende hacia un equilibrio como el que muestra la gráfica y una vez alcanzado, la sociedad no tiene cambios. Pero hay situaciones donde un cambio pequeño en las probabilidades de trasvase son determinantes. Hay que encontrar situaciones que explican este cambio en el comportamiento social. Aquí introduciré algunos efectos micro que se producen, creo, en la forma de pensar de, sobretodo, los federalistas, y que refleja la tendencia que han tenido numerosos ciudadanos que expresaban el mayor autogobierno como su meta final.

Puede que el 2006 fuera el punto de ruptura. El 2006 se vota el Nou Estatut de Catalunya y comienza una ofensiva anticatalanista extraordinaria. Además los federalistas perciben que su cota de autogobierno y de proyecto alcanza un máximo. Encuentran, el que teóricamente ha sido el Presidente de Gobierno más federalista que ha podido dar España, Zapatero, que jugándose parte de de su prestigio y con un alto coste político permite la aprobación de un Estatut, no sin antes pasarle una buena poda, bastante profunda. Aún así, el Estatut a largo plazo ha de sufrir una segunda poda, más dolorosa aún, por parte del Tribunal Constitucional, y a partir de entonces de produce un cambio de mentalidad en numerosos políticos estatales que abandonan el federalismo que supuestamente defendían. El PSOE abandona su cara más tolerante a medida que la estrella de Zapatero decae y a medida, también, que la crisis económica del 2008 comienza a aparecer y las opciones electorales comienzan a desvanecerse. El PSOE no se puede permitir ningún gesto más y adquiere un carácter, nuevamente, bastante jacobino. Por otro lado, la ofensiva mediática es cada vez mayor, en especial antes de las elecciones autonómicas del 2010 buscando acabar con el tripartito.

Por otro lado en Catalunya se produce la reacción contraria, comienzan a aumentar a ojos vista los independentistas, y mejor aún para la causa soberanista, comienzan a escenificarlo. Uno de los motivos por los que algunas personas defienden el federalismo no es porqué crean que el estado propio es algo malo, sino que lo perciben como algo inviable, que defienden pocas personas (recordemos la situación de equilibrio alrededor del 25%). Pero al comenzar a realizar actividades como las consultas en diversos pueblos (llevando a más de un millón y medio de personas a participar en la consulta soberanista), el independentismo sale de los ateneos y de los rincones para comenzar a estar presente en la calle de forma más sostenida. Muchas personas perciben que el independentismo no es algo de cuatro freaks del barrio o limitado a unas personas con una visión de una Catalunya romántica y en base a unos hechos históricos ocurridos hace mucho, sino que tiene el carácter social, que ya comienzan a ser una minoría no marginal, sino una minoría cada vez más mayoritaria. En las encuestas se ve, a ojos vista, un incremento de los que se definirían como independentistas.

Esa percepción alcanza, posiblemente, el punto álgido en la manifestación del 11 de septiembre del 2012, y posiblemente la cosa continúe.

Por tanto, introduzco un simple cambio. Los federalistas tienen mayor probabilidad de pasar a ser soberanistas, el hecho de que el soberanismo ya no es una cosa de cuatro frikis que gritán en las manifestaciones del 11 de septiembre, sino que es un hecho social más aceptado y que lo forman personas que son más parecidas a ellos (gente que no lleva la “estelada” gravada a puño y fuego, sino ciudadanos normales y corrientes que no son radicales), la forma en que se comienza a hablar del soberanismo como una opción no tan inviable, y la visión de que más y más gente en el entorno social comienza a “salir del armario” facilita que se produzca la transición entre federalistas a soberanistas.

Este cambio de percepción interno en lo micro lo reflejo en un pequeño cambio de los porcentajes de cambio de preferencias que además solo afecta a los que son federalistas. Los que son defensores del status quo, les es indiferente lo que hagan los independentistas o si estos son personas más normales o no, o si en su entorno hay más o menos independentistas. Como mucho pasarán en un primer paso a ser defensores de mayor autogobierno, y por tanto mantengo igual los porcentajes de cambio de opinión y de mantenimiento de sus propias posturas. Por otro lado los que se consideran en un momento dado soberanistas, sigo considerándolos bastante inflexibles (el 90% continuarán siéndolo) y a pesar de que es más fácil ser independentista y mantenerse como tal, el hecho de que el independentismo se comience a plantear como un hecho viable compensa la mayor convicción de los soberanistas por la aparición del efecto “miedo” de quien ya se plantea desde el independentismo como algo viable y ve los problemas prácticos que puede haber. El hecho es que para simplificar el modelo y en base a esta justificación, dejo los porcentajes de cambio y mantenimiento de opinión de los soberanistas igual que en la fase anterior.

El cambio, y sutil, lo introduzco en los que defienden mayor autogobierno, y es simple, un 5% de los federalistas pueden volverse “unionistas” al ver que su sentimiento de más autogobierno está colmado o ver que es difícil conseguir más en la situación actual. Sigue siendo el trasvase que había antes. En cambio el 5% que podía pasar a posturas soberanistas lo elevo al 15%. La explicación la he dado antes, el agotamiento (al menos aparente) del modelo federalista, el salir del armario de los independentistas, la aceptación del independentismo como un fenómeno social más aceptable y el giro que determinados dirigentes políticos y sociales van tomando al respecto, hacen más atractiva la opción soberanista a los federalistas. Igualmente, un 80% de los federalistas lo continúan siendo (por tanto hay cierta inflexibilidad).

Veamos como se comporta el modelo, y en este caso las condiciones de partidas es el equilibrio que alcanza la situación anterior…

El modelo de procesos de Markov para explicar el auge del independentismo

Con este cambio sutil (una transición de federalistas a independentistas del 5 al 15%) el equilibrio cambia de forma sustancial. Se reduce el número de unionistas ligeramente (hay menor trasvase de federalistas a unionistas debido a que hay menos federalistas, no a un cambio en la percepción de los unionistas), y hay una inversión de papeles, los soberanistas pasan a encontrar un nivel de equilibrio del 54% y los federalistas de un 36%. En cierta manera refleja el estado de opinión que se expresa en las encuestas más recientes y explica el porqué, de golpe y en poco tiempo (el modelo solo necesita 4 años para hacer una inversión en cuál es la postura mayoritaria). Incluso, diría más, el modelo infravalora incluso la velocidad de cambio que se va percibiendo, tanto en la calle, como en las encuestas, por tanto, considero que es ilustrativo, pero incluso se queda corto.

Pero aún así, la fortaleza de esta modelización es que un sutil cambio en los porcentajes en los que varían las preferencias de tan sólo uno de los grupos, los federalistas, hacia un ligero cambio hacia más soberanismo tiene consecuencias dramáticas a medio plazo, tal y como se observa en el modelo y que concuerda con la realidad.

Cuando la gente se pregunta ¿porqué en Catalunya ha aumentado tanto el soberanismo? La respuesta no está en los independentistas, que han conseguido hacerse más visibles y ser más normales socialmente, sino en los federalistas que comienzan a contemplar la opción soberanista como más seductora. Y el hecho concuerda con algo importante. ¿Cuál es el partido político que más problemas está teniendo a nivel interno con este cambio social? El PSC, que es el que ha defendido tradicionalmente más claramente la postura federalista. Es ahí, entre los federalistas donde está el cambio de mentalidad y lo que está produciendo el auge del soberanismo. Un cambio sutil pero que tiene unas profundas consecuencias sociológicas y por tanto políticas.

Y cualquier organización social que se precie, ha de saber valorarla, sobretodo si como el PSC, pretende mantenerse en el eje central del debate nacional e intentar ser el punto de encuentro y cohesión. O modula su postura hacia este mayor soberanismo o dejará de representar, incluso, a los federalistas de los que pretende ser la principal opción electoral.

¿Puede existir un escenario de mayor confrontación y polarización?

También quiero aclarar que es posible que el escenario de cambio sea aún más polarizado, y nos acerquemos al llamado “choque de trenes” entre dos visiones irreconciliables, si se producen las condiciones adecuadas. En este caso imaginemos que el cambio es más profundo que un simple “drift” de los federalistas/más autogobierno hacia el soberanismo y el cambio sea aún más profundo. En este caso describo un segundo escenario de cambio muy dramático, al que llamo “polarización”. En este caso las posturas extremas (independentismo, inmovilismo) son bastante más sólidas (solo un 5% cambia hacia el federalismo/más autogobierno), mientras tanto, un 20% de los federalistas se vuelve independentista y un 10% se vuelve defensor del inmovilismo/status quo, solo un 70% se mantiene en su postura federalista. Con este cambio más radical los posibles escenarios son de un verdadero choque de trenes:

El modelo de procesos de Markov para explicar el auge del independentismo

Y lo malo de esto es que este escenario es que aunque no es muy compatible con los resultados observados en las encuestas, es un resultado que podría comenzar a darse en caso de que la opción federalista/más autogobierno, comience a perder aún más credibilidad o comience a percibirse como poco realista, o bien la sociedad se le obligue a posicionarse aún más en una postura entre un sí y un no muy determinista. Por ese motivo me preocupa especialmente que quien puede garantizar en una consulta/referéndum que haya una opción federalista se desligue de forma tan clara. En este caso el PSC tiene una responsabilidad aún más grande de la que cree para evitar ese choque de trenes y su propuesta electoral tiene todos los visos de provocar este problema al sumarse al discurso inmovilista de facto (que no de iure), al depender de un pacto con un PSOE en debilidad que será incapaz (y creo que carece de la voluntad) de impulsar el cambio constitucional que propone en el programa electoral para realizar un referéndum.

Y que esto ocurra, es principalmente, porqué los “policy makers” catalanes y españoles apenas utilizan modelos en sus análisis sociopolíticos.

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